Estampas

4225

Miércoles, 26 de febrero de 2020

Barcelona se ha ido tercermundializando, cuando llegué a España en 1997 era una ciudad civilizada. El aumento de la vulgaridad es enorme y la urbanidad es una especie en vías de extinción. Donde yo noto más el tercermundismo colonizador sin embargo es conduciendo ya casi nadie pone los indicadores para girar y al entrar en cualquier rotonda hay que tener mucho cuidado no se respetan como antes los ceda el paso ni la prioridad del coche dentro de la rotonda. A veces voy al mercado conduciendo y tengo la impresión de estar ya en uno de esos países salvajes de Hispanoamérica o en la mismísima India. Uno sabe que ya no vive en una ciudad civilizada cuando la gente deja de respetar las señales de tráfico. Dentro de poco dejaremos de parar en los semáforos en rojo.

4224

Martes, 25 de febrero de 2020

Hace poco escribí una nota sobre Dolor y Gloria. La película, dije, era un regreso a lo mejor de Almodóvar, que llevaba tiempo confundiendo el cine con la decoración de interiores. Alababa los méritos de Dolor y Gloria, que no son pocos. Pero. Leyendo esta excelente crítica de Helena Espada que añado debajo, he comprendido que pasé por alto algo crucial, la trivialización de la drogadicción en la que incurre Almodóvar. Esa trivialización es, posiblemente, una de las causas de que España esté entre los países con mayores índices de consumo de drogas del mundo. En el cine español (algo que siempre me ha desconcertado), ser drogadicto es una gracia, ¡mola!, como se dice aquí, y la película de Almodóvar refrenda esa aberración con los logros estéticos de su película.

Y ahora que lo pienso, que una enorme cantidad de españoles sean drogadictos tal vez tenga que ver con que tantos españoles voten al PSOE a Podemos y a pequeños partidos-basura de la periferia podemita, es decir que voten de manera suicida.


Más dolor que gloria

La primera vez que vi Dolor y gloria me dejé seducir. Lo reconozco. Hoy la he vuelto a ver porque después de destripar a Amenábar me apetecía escribir algo más tibio y amable. Con toda mi buena intención, lo juro. Y entonces, una vez superada la hipnosis del primer visionado, he detectado alguna trampa, algún desliz, que han relegado a la película de la categoría casi divina donde la tenía colocada. Cosas que pasan.

Mis problemas son dos. Empezaré con el que no admite objeción, el fallo mecánico. Una avería en los engranajes de la película que sin duda no ha pasado inadvertida para un cineasta de la talla de Almodóvar y cuya única explicación es la desidia o una confianza ciega en la ingenuidad del espectador. Esto es el uso descarado del deus ex machina para precipitar la narración hacia los dos momentos de clímax emocional, el reencuentro con Federico, su amor de juventud y la recuperación del retrato pintado por Eduardo, el artista-albañil.

Ambas reconciliaciones con el pasado del protagonista son claves para comprender el happy ending de la obra: La superación de la crisis creativa, la vuelta al ruedo de Salvador/Pedro. Y ambos se dan mediante casualidades del todo inverosímiles, que no puedo describir por falta de espacio, pero que resultan evidentes cuando uno se recobra del embeleso formal y de toda la poesía – tan lúcida y magnética – que empapa la película. A pesar de todo, debo reconocer que la primera vez que vi Dolor y gloria pasé por alto esta astucia – o falta de astucia, según quiera verse – y por tanto, es improbable que el espectadorcito de a pie la tenga en cuenta o se sienta incomodado por tal menosprecio. Porque, sí, utilizar la casualidad en vez de la causalidad para resolver un guión es sin duda menospreciar al público.

Mi otro gran problema con la última película del genio español es el tratamiento naive, superficial y prácticamente insultante de las drogas y la adicción. En la historia de Almodóvar no hay víctimas, nadie sale siquiera mal parado de sus jugueteos con la heroína. ¿Cómo es posible? Estamos hablando de una de las drogas más adictivas y letales, una droga que dejó miles muertos en España en tan solo un par de décadas. Los peligrosos ochenta sembraron las estadísticas de muertes juveniles directamente relacionadas con la adicción al caballo: Cada año morían 300 personas por sobredosis y la incidencia del VIH en inyectores alcanzó la cota desmesurada de 15.000 (número de inyecciones) en 1985. Esto es algo que no debería olvidarse jamás, primero, por respeto, segundo, por precaución. Cuando tenía dieciséis años vi en más de una ocasión a gente esnifando heroína delante mío. Naturalmente, me ofrecieron. Afortunadamente, dije que no. Está claro que yo no me movía por los ambientes más adecuados, pero aún así, nadie puede discutirme que la facilidad que tienen los adolescentes de ayer y de hoy para acceder a las sustancias es un asunto cuanto menos, preocupante. Aunque no para Pedrito, que retrata la adicción de un modo romántico y trivial. En Dolor y gloria, los personajes entran y salen de la heroína con total facilidad. Incluso en un momento, Alberto, el amigo yonki de Salvador dice que «estoy reduciendo la dosis» y ante la incredulidad del protagonista, responde «¿cómo crees que he aguantado vivo hasta hoy, eh?». El propio Salvador Mallo, alter ego del director, acaba enganchado, consumiendo «un día sí y al otro no», pero lo deja como quien deja una moda. Tira la papelina por el váter y sanseacabó. Tendrá que perdonarme el lector el tono edificante, pero este asunto me toca en las entrañas y la banalización del mismo que se permite Almodóvar me parece infame.

Estos defectos, especialmente el segundo, extienden una larga sombra sobre una película que está, sin duda, bien rodada y bien interpretada, pero que carece de brillo, de magia, de personalidad. En cambio, sí que está repleta de metalenguaje, de referencias al propio autor y de una pedantería tal que solo resultaría aceptable si se tratase de una obra maestra. Y no es el caso. Como dice una amiga mía – sentencia que en su momento le discutí, aunque la veo cada vez más acertada -, Dolor y gloria es “Almodóvar practicándose una felación ante el espejo”.

HELENA ESPADA

4221

Sábado, 22 de febrero de 2020

Las mujeres han participado intensamente de distintas formas en las eliminaciones de masas, incluso matando o torturando ellas mismas a las víctimas de forma esporádica, cosa que aparentemente hacían por propia voluntad, o en colaboración con los hombres. Con frecuencia las mujeres han acompañado a los hombres en sus incursiones eliminacionistas, o les han instado a hacerlo. Es imposible decir en qué número, y exactamente cuándo y cómo cruzaron la línea y pasaron de espectadoras a perpetradoras, con los datos de que disponemos. Sin embargo, el número de mujeres perpetradoras en nuestra época es con certeza enorme. Un gran número de mujeres ha participado en las colonizaciones eliminacionistas, adueñándose de las tierras y de los ahogares que pertenecían a las víctimas que sus compatriotas (y a veces ellas mismas) habían expulsado o asesinado. Un gran número de mujeres ha utilizado como esclavos a los sobrevivientes de la eliminación, o han apoyado logísticamente las agresiones eliminacionistas. No obstante, las mujeres y los hombres se han convertido en perpetradores, especialmente en verdugos, en números muy diferentes, pero sólo debido a la habitual división del trabajo por sexos.

En Ruanda, un enorme número de mujeres apoyó la matanza de sus vecinos y participó en ella. Leopold Twagirayezu, un verdugo hutu, confirmaba lo siguiente: “Las mujeres competían entre sí en ferocidad hacia las mujeres y niños tutsis que expulsaban de una casa abandonada. Pero la empresa más destacada era luchar por los tejidos y los pantalones. Tras las expediciones, ellas buscaban a los muertos y los despojaban. Si una víctima todavía jadeaba, le propinaban un golpe mortal”.

Estoy leyendo Peor que la guerra de Daniel Jonah Goldhagen y es muy útil para no dejarse embaucar por la visión idílica de la mujer que intenta imponer la chochocracia en España.

4220

Viernes, 21 de febrero de 2020

Véase esta historia de la vida real. Un chico de 18 años va a una discoteca en St. Cugat y allí liga como se dice aquí con una chica de su edad y en cierto momento necesitan más intimidad y se van al lavabo y allí hacen dedos (una expresión fabulosa que yo desconocía) al estilo clásico, es decir él le mete los dedos en el coño a ella (no al estilo Beatriz Gimeno, que consiste como se sabe en que ella le mete los dedos en el culo a él). Pero. Ay. La chica está con la regla y cuando el chico se ve las manos ensangrentadas experimenta cierto repelús, cosa que entiendo perfectamente, y dice no (el famoso no es no, pero del lado equivocado), a la chica no le gusta eso y ¿adivinen qué hace? comienza a gritar y, cuando acuden otras personas a sus gritos, dice que la han violado. Acto seguido se llama a la policía que procede a la detención del chico. ¡Miren sus manos ensangrentadas! Tampoco se trata de escribir una novela, así que sólo añadiré que el chico pasó un mes en la cárcel, que a la chica nunca se procedió a examinarla para comprobar si lo que decía era verdad, y que el chico sólo se libró de un juicio por violación porque transcurrido un mes de hacer dedos en aquel lavabo de discoteca, la madre de la chica presionó a su hija al verla tan campante después de una violación. Y la chica confesó que no la habían violado. Y la madre acudió a la policía y dijo la verdad de lo sucedido.

Todo el que se pregunte en qué tipo de régimen viven los españoles la respuesta es muy sencilla: viven en una chochocracia.

4219

Jueves, 20 de febrero de 2020

Veo un anuncio de la serie para televisión de HBO basada en la novela Patria de Aramburu. En la escena elegida para la propaganda, se ve a un hombre atado y desnudo en el suelo sin duda sometido a torturas lo que me hace recordar que la única escena de violencia explícita que hay en la novela de Aramburu, la única escena escrita con el propósito de que provoque un rechazo moral, sin lirismos que diluyan los fragmentos de cerebro esparcidos por los etarras, es esa en la que la Guardia Civil tortura a un etarra. Ya dije lo que opinaba de la novela en su momento. Me temo que en la telenovela todo será mucho peor.

4218

Miércoles, 19 de febrero de 2020

Abandonen amigos los esfuerzos por atribuirme un bando u otro, sé que lo hacen con buena intención, pero yo no pienso en grupo y vengo del futuro de un país donde aprendí a distinguir y a identificar con la mayor claridad al enemigo y el enemigo en España es la izquierda, la izquierda es la carroña.

¿Quién lo hubiera dicho, no? Venimos de un país olvidado de la mano de Dios, donde no hay ninguna vida política, venimos con la sensación de ser pueblerinos que por azar se encuentran en la capital, y de pronto resulta que, políticamente, llevamos varias décadas de ventaja. Aunque entre nosotros haya gente con toda clase de preferencias políticas, nadie conseguirá ya repartirnos entre “bandos” distintos. Nos han curado de maravilla con sulfasina y con “picotas” de esta dicotomía. Conocemos un solo campo político, el de concentración, donde a todos se les da el mismo brebaje. Allí no hay nada a la derecha o a la izquierda, excepto la “zona prohibida”, donde los centinelas disparan sin avisar. Allí hemos aprendido a ver una sola lucha en este mundo, la de lo humano contra lo inhumano, de lo vivo contra la carroña. Todos tenemos nuestra responsabilidad en su desenlace.

Vladimir Bukovski

4215

Domingo, 16 de febrero de 2020

Hay muchos tipos de Paz la mejor (y la única y verdadera) es la Paz con libertad es decir la Paz que hacen posible las llamadas democracias burguesas de corte capitalista. Toda paz no es buena sólo esa que señalo baste decir que en Cuba hay una gran Paz y en China debe haber una gran Paz y hasta en Venezuela hay Paz, cuando los muertos los torturados y los encarcelados los pone sólo el bando enfrentado al totalitarismo, hay Paz; el tipo de Paz que preludia la gran Paz. Las sociedades totalitarias de izquierdas son sociedades en la que reina la Paz. Pero. La Paz sin libertad no es Paz.

La Paz es el estado ideal es verdad, qué buena la Paz qué dulce la Paz pero la Paz nunca ha triunfado sobre el Mal, sobre el Mal sólo ha triunfado la Guerra. La Guerra es quien ha hecho posible siempre la benéfica Paz, nunca se ha derrotado el Mal ofreciéndole Paz mediante la Paz o enfrentándolo a la Paz. Cuando el Mal se levanta hay que descabezarlo y para eso sólo sirve la Guerra.

Así Cuba, así Venezuela. Todo el que hable de devolver la Libertad y en consecuencia la Paz a Cuba o Venezuela sin Guerra es un cómplice un canalla o un traidor.

4214

Sábado, 15 de febrero de 2020



Diosa y El reto son mis libros que más alegrías me han dado. El primero se publicó en 2006 y el segundo en 2013. Aún hoy, sigo recibiendo correspondencia de lectores satisfechos, y hasta agradecidos. Como muestra, esta generosa carta.

Estimado Juan:

La curiosidad por “Diosa” surgió después de leer la emanación en la que contaba cómo aquella mujer de la tienda le dijo que leerlo le había cambiado la vida, amén de las reflexiones sobre la fidelidad, la pertenencia y la libertad.
Días después de aquello, mientras caminaba por un centro comercial de Madrid acompañando a la persona más importante de mi vida, y charlábamos de libros y algunas otras cosas, de repente me vino aquella entrada a la cabeza. Le dije que iba a darle una sorpresa a modo de libro y entramos en la FNAC con triste resultado, y en otra librería grande con la misma suerte.
No sé por qué intuía que a ella le iba a encantar, así que cuando nos despedimos le prometí que en el próximo viaje que hiciera para verla le llevaría el libro. Así que, dicho y hecho, cuando volví a la ciudad en la que resido por motivos laborales lo encargué dándole gracias infinitas a Amazon y en el siguiente viaje se lo entregué según la vi.
A los pocos días de aquello, un mensaje: “Me está encantando. Para la próxima vez que nos veamos debes haberlo leído tú también”. Ante una petición así no pude por menos que ponerme manos a la obra y empezar a leerlo cuanto antes.
Sucede que, cuando alguna lectura me engancha, no soy capaz de dejarla hasta que la termino, y así me sucedió con “Diosa”. Cuando terminé estaba como en otro mundo, no daba crédito a lo que acababa de leer. Me pareció de una belleza arrebatadora, salvaje, que te zarandea, te sacude, para al final liberarte después de haberte dejado en shock.
Terminamos de leerlo casi a la par y lo comentamos la siguiente ocasión que nos vimos. Ella, mucho más lectora que yo, me dio las gracias por haberle descubierto semejante maravilla y no se puede imaginar la satisfacción de comprobar que la intuición inicial de que le iba a gustar se había cumplido con creces.
Fue por entonces cuando pensé en escribirle unas líneas aprovechando que le conocía de twitter, pero no sé por qué al final aquel impulso inicial se desvaneció y no me puse en contacto con usted. Casi mejor así.
Cuando hace unas semanas surgió aquella conversación en twitter y me recomendó leer “El reto” directamente encargué dos ejemplares del libro. Llegaron a tiempo, justo antes de que yo hiciera el viaje de vuelta a mi ciudad, así que poco antes de marchar le pude entregar el libro a modo de regalo de Reyes.
Esa misma tarde, en mi primer vuelo, empecé a leerlo y volví a experimentar exactamente lo mismo que pasó cuando leí “Diosa”. De nuevo las mismas sacudidas, las mismas emociones y la sensación de haber leído un libro de una belleza casi hiriente.
Y es que al final ambos libros son un canto a la libertad, hasta dónde seríamos capaces de ser libres y de qué manera puede uno aprender a ser aún más libre, sin que por ello en todo momento deje de paladearse esa pureza que menciona en varias ocasiones.

Ni que decir tiene que “El reto” a ella también le pareció fascinante.

El caso es que después de haber leído los dos libros no quería que esta vez se escapara la ocasión de darle las gracias por haber escrito estas dos maravillas y decirle lo mucho que hemos disfrutado leyéndolos y, por qué no, también aprendiendo de ellos.
No quisiéramos despedirnos sin agradecerle los esfuerzos volcados en estos dos libros y decirle que seguiremos con mucha atención cualquier novedad que venga de usted.

Reciba un fuerte abrazo.

L. y J.

4213

Viernes, 14 de febrero de 2020

Una señora alcaldesa y diputada Anna Erra catalana autóctona ha pedido que no se hable en castellano (español) a personas que “por su acento o aspecto no parecen catalanas”, y me he preocupado un poco la verdad porque mis rasgos distintivos y mi aspecto y hasta mi acento están determinados por mi primer cerebro y como ya saben ustedes tengo el primer cerebro en la polla. Quiero decir que si nos encontramos para decidir en qué idioma me habla la señora Erra tendrá que mirarme la polla.

4210

Martes, 11 de febrero de 2020

Hoy en el diario El Mundo un suplemento muy emotivo sobre la muerte del periodista Gistau. La muerte de Gistau me impresionó tan joven pobre muchacho no sé bien porqué, no conocía a Gistau, ni siquiera me gustaba como escribía, demasiado literario para mi gusto. Pero. Me agradaba el Gistau personaje, lo que me llegaba en las televisiones y eso, vital, boxeador, cuatro hijos, guapo, grandullón y sanguíneo como se decía antes y hombre de familia, esto último tan formidable. Así que me conmovió la muerte súbita de Gistau, tal vez además porque uno se va acercando a la muerte y la muerte de los otros nos lo recuerda cada vez más. Pero lo que quería decir es que en el suplemento de marras hoy, entre todos esos artículos emotivos y emocionados y hasta merecidos eché en falta el periodismo. Cómo murió Gistau, de qué murió Gistau. Qué pasó. Algunos escriben tímidamente como en una neblina: accidente. Accidente. Qué tipo de accidente. Cómo, en qué circunstancias, ya sé que la vida es azar, pero hasta el azar una vez desencadenado puede anotarse.

Todo un folleto lleno de periodistas amigos y hermanos y camaradas y que se eche en falta en la hora luctuosa de la despedida del periodista, el periodismo.

« Anteriores Más recientes »

Comentarios

© Juan Abreu, 2006-2019