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Sábado, 11 de julio de 2020

Tengo una amiga, Isis Wirth, que es napoleónica. Una vez fuimos a visitarla y nos enseñó el traje de época y hasta la espada que usaba en la reproducción de las batallas de Napoleón, en las que participaba como parte de una asociación napoleónica. A mí me calienta mucho una mujer uniformada y uniformada con traje de época del ejército de Napoleón qué puedo decirles mi primer cerebro alcanzó un gran estado de ebullición. Recuerdo un atardecer en una terraza de Munich tomando cervezas con Isis y me tocó hacer de crítico de Napoleón y lo hice, aunque en aquella época sabía poco de Napoleón. El marido de Isis de entonces era un diplomático suizo un tipo tacaño y celoso que organizaba el contenido de la nevera por orden de tamaño. Me dio la impresión de que a Isis aquel suizo le causaba cierto temor. En Alemania la comida es espantosa, pero se beben cervezas colosales. Visitamos la famosa cervecería Hofbrauhaus donde iba Hitler y estaba llena de alemanes vestidos con trajes típicos y no me extrañó nada que allí naciera el nazismo el nazismo siempre nace de los trajes típicos. Y un día fuimos a ver el insólito castillo de Neuschwanstein y en el tren que nos llevaba a Babiera me espantaron los patios de las casas alemanas con la madera amontonada en un perfecto orden completamente nazi. Y ahora que leo la vida de Napoleón pienso en que hace tiempo que no veo a Isis y me gustaría volver a verla.

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© Juan Abreu, 2006-2019