Estampas

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Vamos a la playa a caminar. Hay que tener cuidado con el perrito porque desde que levanta la pata mea a la gente. Ya he dicho aquí que es un perrito muy listo, muy inteligente. Me sigue doliendo la pierna, cojeo. Estoy hasta los cojones. A la salida del estacionamiento un niño y su bicicleta un niño muy feo no sé por qué la gente encuentra a todos los niños bonitos hay muchos niños horripilantes. El niño en cuestión cinco o seis años como coño voy a saberlo mira al perrito y comienza a hacer muecas de asco. Le daría una patada en la cabeza pero no se puede.

Hay un enorme gentío en la playa, camina, corre, tira pelotas, salta en la arena, toma el sol tumbado. Horroroso. El día eso sí no se puede negar luminoso, pero ni de lejos tan luminoso como Léautaud: “Y cuando un hombre se describe a sí mismo tal como es, con toda la verdad, toda la franqueza posible, siempre es muy bello, tanto peor para los que no lo sienten así. Todos esos son unos canallas, unos hipócritas”.

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Leo sobre el fin de la mili en España el más grande golpe antiespañol del cacique Pujol y los independentistas catalanes. Con el fin de la mili llega el fin de cualquier posibilidad de idea común de un país tan poco país tan fragmentado tan caciquil como España. Con el fin de la mili termina la esperanza de una España unida y habitada por españoles primero y gente del villorrio después. Pujol exigió el fin de la mili y Aznar borrica e irresponsablemente y politiqueramente y muy estúpidamente lo concedió y así eliminó el mayor obstáculo que quedaba (entregada la Educación) para el troceo de España a manos de caciques, separatistas y sediciosos nacionalistas provinciales.

Infatigables sandios. Ciertamente.

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Y en la noche unos imbéciles cosas de fútbol comienzan a hacer ruido. Explosiones sobre todo. Por suerte lejanas debe ser en el centro del pueblo yo vivo alejado del pueblo en todos los sentidos. Como el perro de mi madre cuando tronaba, el perrito corre de un lado a otro aterrado. Se me sube encima y jadea y tiembla y yo lo abrazo a ver si se calma, pero no.

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Ella lee, y el perrito duerme con la cabeza apoyada en su brazo y gime en sueños. Yo lo entiendo he gemido mucho también en esos brazos claro. Pero lo interesante es que al rato ella se marcha a trabajar y el perrito se queda contemplando durante un buen rato el sitio donde estuvo su cuerpo tendido y es como si no entendiera qué es la ausencia.

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Me escribe Espada, debo tener en cuenta que Léautaud, en los volúmenes separados dedicados a lo sexual en su vida, es más explícito, y que esos volúmenes separados no son cosa de Léautaud, sino de los editores. Avatares de la obra de un escritor, después de su muerte. Que no he sido justo con nuestro amado Léautaud. Tiene razón. Por otro lado, es una atrocidad publicar los Diarios eliminando lo que algún editor consideró en su día explícito, inapropiado o indecente. No se lee igual el Diario purgado. Casi me atrevería a decir que es otro libro el Diario purgado.

¿Por qué los editores de ahora, que, supongo, viven ya en nuestra época, siguen publicando una versión purgada del Diario?

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Sigo leyendo a Léautaud, después de comer sobre todo ella tendida en el sofá y yo a la mesa con mi té sencha y acodado y pensando que con lo de la operación y los dolores remanentes hace bastante que no le como el coño, con lo que me gusta. Leo lo que escribe Espada sobre Léautaud. Pero. ¿La vida salir y entrar? ¿Dónde? Sólo la literatura permite entrar y salir, pero ya no es la vida. La vida sólo tiene una salida y es definitiva. Y luego lo de la intimidad triunfante. No sé. Yo echo en falta intimidad en Léautaud. ¿Se masturba? No lo sabemos. Y esa aventurilla que a veces menciona de pasada con un jovencito, qué, ¿se la chupó? ¿le gustó? ¿qué tiene que decirnos sobre ese hecho tan particular? ¿Nada? Me he leído ya quinientas páginas y aún no sé qué le gusta hacer con el Azote; a veces menciona sus vicios lo que hace con ella que no podría hacer con otras. Ya. Pero qué. Que quiera ver a Fernande Olivier desnuda es poca cosa, la verdad. Y además no creo que esté todo lo que pensó lo que imaginó lo que deseó mientras hablaba con ella. La intimidad es sexual, en gran medida. Lo que piensas sobre sexo, y haces, pero sabes que no se debe decir. De eso no hay mucho en el Diario. Al menos en estas quinientas páginas que he leído. Y hay que tener en cuenta que se trata de un hombre que pregona cada dos por tres que no le importa para nada la opinión de los demás. Bien. Por otro lado. Ya sé. Un hombre está en su época.

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Y a propósito del famoso programa de televisión me quedé un rato pensando en qué sería un euskaldún. No crean estuve como diez o quince minutos cavilando. Pero. Nada. Terminé sin tener la menor idea de lo que es un euskaldún. Sin embargo, tuve mejor suerte con lo de las euskaldunas. Enseguida me dije una euskalduna no puede ser otra cosa que una abertzale, pero menos fea. Yo no sé ustedes pero a mí me es imposible distinguir a una mujer abertzale de un ornitorrinco.

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Lo del delito de odio en España es un asunto muy particular. Si se trata de católicos o gente de derecha ¡a por ellos, no pasarán! Salen fiscales de debajo de cada piedra. Pero. Si, por ejemplo, son los euskaldunes (cualquier cosa que eso sea) los que odian por televisión a los españoles, entonces ya no está tan claro lo del odio. Parece que es selectivo lo del delito de odio en España. Parece que la izquierda tiene derecho a odiar y la derecha no.

Prueba irrefutable de lo que digo, son los comunistas. ¿Delito de odio? Bien. Pero. ¿Por qué no se le aplica la ley a los comunistas? Los maestros del odio. Por odiar, odian a toda una clase social y lo dicen y, básicamente, fundamentan su propia existencia en el plan de aniquilar a toda una clase social: la burguesía, los ricos, los capitalistas. Y eso no son metáforas, son personas con nombres y apellidos. Yo mismo, gran burgués. Qué. ¿Los encausamos?

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Empequeñece el territorio de la libertad de expresión en España. Lo último es lo del famoso autobús y su mensaje gilipollas. Pero. En un país libre y democrático los gilipollas tienen derecho a existir y a expresarse sin temor. Sin temor a pujos políticamente correctos y a oportunismo político del peor, el que se pone de parte de los enemigos de las libertades ciudadanas. La libertad de expresión, por ejemplo. En democracia tienen derecho a expresarse libremente ¡también! los gilipollas, los groseros, los insultadores, los provocadores, la gente con mal gusto, los indecentes, y los nazis y hasta los comunistas. Y ya que hablo de nazis, el cierre de una librería en Barcelona y la persecución y el encarcelamiento de su dueño filonazi, es censura y es intolerancia y es pisotear la libertad de expresión y decomisar libros en esa librería fue un acto profundamente nazi de parte del Ayuntamiento de Barcelona. (Hace tiempo que tenía ganas de decirlo). En democracia no se decomisan libros ni se encarcela a las personas por sus ideas. Se decomisan libros y se encarcela a las personas por sus ideas en Cuba y en la Alemania de Hitler y en la Rusia de Stalin. La libertad de expresión protege también a los nazis (y a los comunistas, sus hermanos de sangre), por si no se habían enterado panda de censores y panda de encapuchados totalitarios. Y todo esa ridícula algarabía que han armado con el autobús que propaga sandeces que sólo degradan a quien las escribe, es una exageración, es una mentecatada y es censura. Y es una muestra ¡otra! de cómo se coarta la libertad de expresión en España.

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Europa ha de ser el país de los ciudadanos europeos, un país unido por un idioma común lo antes posible. Dos, tal vez. Los otros idiomas y jerigonzas menores ¡el finés! para quien los quiera estudiar en su tiempo libre. Lo que hay que hacer es enseñar, e imponer, un idioma común a los europeos y hacerlo obligatorio en todas las escuelas europeas desde la más tierna infancia, para que vaya naciendo Europa. No hay unidad ni hay ciudadano europeo sin un idioma común. Español, inglés, u otro idioma poderoso. En ningún caso alemán, pequeño y de connotaciones siniestras. Europa ha de alejarse de la tribu, no someterse a ella y las naciones son tribus no debe olvidarse. A las aldeas galas no hay que protegerlas, hay que hacerlas desaparecer.

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