Estampas
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Miércoles, 3 de enero de 2018
Y ya que mencioné al Vaticano ¿no les parece curioso que la religión del amor y del perdón y del ponga usted la otra mejilla para que le aticen otra vez y todo eso te castigue si no eres de la manera que ellos dicen que hay que ser (por poner un ejemplo, si no usas tu culo exclusivamente para defecar) con torturas eternas en un Infierno ardiente y pavoroso y sin fin? A mí me parece muy curioso. ¿No?

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Martes, 2 de enero de 2018
Los comienzos de año suelo cerrar los ojos y pedir un deseo y antes siempre pedía que me dejaran gobernar el mundo un par de días aunque fuera, estaba seguro (y lo estoy aún) de que arreglaría el mundo en ese tiempo o al menos lo mejoraría mucho. Con el paso de los años, sin embargo, crece mi modestia y hoy cerré los ojos y pedí que me fuera dado bombardear (sólo) un país. Bueno. Lo de un país es un decir, si bombardeara Cuba, por ejemplo, bombardearía a los Castro. Pero. La isla pavorosa me interesa tan poco que ya no pienso en ella ni para bombardearla. Y aquí viene lo interesante, tal vez. Hoy cuando cerré los ojos y pedí mi deseo de comienzos de año no pedí bombardear Corea del Norte o Irán o Venezuela. Curioso, ¿no? Pedí bombardear Arabia Saudí. Bombardear los palacios de los príncipes (asegurándome de que estuvieran dentro los príncipes, claro) hasta que no quedara ninguno. Arabia Saudí. Qué cosa. Aunque, pensándolo bien, tiene lógica si se considera con la mayor atención: Arabia Saudí es un país más dañino para la humanidad que Corea del Norte, Irán o Venezuela. Por lo que es en sí Arabia Saudí, pero además ¡allí está La Meca! Todos coincidirán conmigo en que la humanidad no sobrevivirá si no se bombardea lo antes posible La Meca.
(Sí, ya sé, el Vaticano también, pero hay que empezar por lo más perentorio).

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Lunes, 1 de enero de 2018
Comemos y bebemos donde Javier y su gustosa Ana que proveen mucho y de lo mejor. Y reímos y hacemos mofa del enemigo como es de rigor y enarbolamos nuestra libertad y en eso estamos hasta que aparece en la televisión el hombre vestido de vampiro y la mujer vestida de rojo que lloriquea no sabemos por qué, pero tampoco es que nos importe. Y Javier había comprado la manzanilla que me gusta lo que son los amigos. Y llegan las campanadas y las uvas y pitos y matracas y el champán. Y hay un gran alborozo. Y cantamos como ya es tradición el himno de la casa Espada y cantamos además al gran Rivero de varonil candor. Y entonces las niñas ponen esa musiquita pizpireta de los ochenta (creo) que les gusta y se echan a bailar y me siento a mirarlas lúbricamente, y descubro que no hay sólo lubricidad en mi mirada, ahora también, digamos, cierta ternura: debe ser la vejez. Y así vamos entrando en el nuevo año como en una casa habitada.

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Domingo, 31 de diciembre de 2017
Ya sé que es fin de año y se suele hablar de cositas reconfortantes, estadísticas, sentimentalidades, y cosas así. Y eso pensaba hacer. Pero. Paseo por Barcelona y en cierto momento llegamos a La Rambla y le digo a los otros abreus: aquí tuvo lugar el crimen religioso. La furgoneta recorrió seiscientos metros ¡seiscientos metros! y a su paso el asesino religioso musulmán mató a dieciséis personas, entre ellas un niño de diez años. Aquí, les digo, y señalo, dios, los cuerpos reventados, la sangre, etcétera. Procuren que no los maten así añado porque vean que nadie se acuerda de esos pobres muertos excepto la familia naturalmente. Es como si nada hubiera pasado y en Barcelona eso se siente de forma más abyecta porque uno se da cuenta de que las autoridades, especialmente, ignoran a los asesinados y es como si les molestaran pero qué incordio esos asesinados qué mal gusto cómo se les ocurre ser asesinados aquí en nuestra sacra republiqueta de nuestro amable pueblo, casi si uno afina el oído lo acierta a escuchar. Si hay algo que me asombra (e indigna) de este año que se va es que pasados cuatro meses desde el crimen religioso en La Rambla ningún familiar de un asesinado haya demandado por negligencia criminal (que encuentro obvia) al Ayuntamiento de Barcelona a la alcaldesa Colau y a cualquier otro responsable de negarse a colocar los bolardos que hubieran impedido el crimen. Para no hablar de la ausencia de policía en el lugar, a pesar de las advertencias de la policía nacional a la policía regional: ausencia estúpida y criminal. Los muertos muertos los familiares desolados y la alcaldesa Colau haciendo y diciendo las imbecilidades que la caracterizan como si tal cosa y que nadie la haya demandado para aclarar en qué medida su estupidez populista y analfabeta fue responsable o facilitó el crimen.
Esto es lo más relevante asombroso y siniestro que encuentro en esta ciudad llena de acontecimientos siniestros este año que está a punto de acabar.

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Sábado, 30 de diciembre de 2017
Ayer mi gato negro, también tengo uno amarillo, no durmió en el closet donde acostumbra. Andará por el jardín, habrá dormido en las sillas de la terraza, me dije. Empecé a preocuparme sin embargo cuando me preparaba el desayuno y el amarillo vino a por su comida y el negro no. Pero. Poco después apareció renqueando siempre renquea tiene un defecto óseo de nacimiento en la pata trasera o eso dijo la veterinaria. Sentí alivio, y lo regañé un poco. Y entonces llegó la más pequeña de las abreus pequeñas aferrada a su blanket y empezó a acariciar al gato negro y todo volvió a la normalidad aunque a una normalidad mejorada ahora que lo pienso.

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Viernes, 29 de diciembre de 2017
Llevo a los abreus a Montserrat un lugar que encuentro a cada nueva visita más espantoso. Lo que uno hace por la familia. Seamos honestos, ese sitio es pavoroso y deprimente y su atmósfera tosca y burda de la Edad de Piedra yo siempre he pensado que este lugar es obra de Pedro Picapiedra, ¿no? Camino por allí bajo un gran frío y el viento helado y todo esto, pienso, habría que dinamitarlo ¿no? Las niñas corren de aquí para allá y gritan y si algo queda de este lugar de aquí a mil años será porque los abreus pasaron por aquí y treparon hasta la cima de este horripilante pedregal ¿no? A mí los lugares sagrados me provocan ataques de irrespetuosidad no siempre justificados pero en este caso muy justificado: piensen en los curas canallas que aquí se han dedicado a tribalizar con su cháchara xenófoba y nacionalista a generaciones enteras de catalanes que nos han expoliado y aún expolian y encima pretenden someternos y desespañolizarnos; hablo como tabernés, naturalmente.

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Jueves, 28 de noviembre de 2017
No sé en qué medida (alguna, sin duda) ha influido la presencia de los abreus, pero lo cierto es que coincide con el nacimiento de Tabarnia. Un proyecto formidable. Nótese que no digo broma ni fantasía ni nada por el estilo. Llamo a la cosa de la manera más certera y apropiada: un proyecto. Hay que ver Tabarnia como un proyecto y sólo como un proyecto. ¿Qué posibilidades hay de que las regiones xenófobas y rurales de Cataluña se civilicen, digamos, en un tiempo aceptable? ¿Qué posibilidades hay de que superen su racismo y acepten ser ciudadanos libres e iguales en España? Ninguna. Seamos realistas. Son gente primitiva, fanatizada. Donde nosotros vemos una misión tripulada a Marte, ellos ven cuatro vacas autóctonas y un ponerse a lloriquear con un himno asesino. Si ellos ganan, ya sabemos lo que pasará.
La solución es abandonarlos a su suerte. Fundar Tabarnia. Según leo, es posible. Tabarnia puede llegar a ser una región autónoma en España, y a partir del glorioso momento de su nacimiento, sacarnos de encima el yugo campesino de los xenófobos (por decirlo suavemente) catalanes.
Yo siempre he detestado los gentilicios, pero desde aquí me declaro hoy orgullosamente tabarnés. No permitamos que nadie llame broma o fantasía a nuestro proyecto, un proyecto noble y perfectamente realizable.
¡Adelante! ¡Viva Tabarnia!

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Miércoles, 27 de diciembre de 2017
En la mañana gran ventarrón y voy cantando camino al mercado el tango ventarrón, las cosas de cerebro. En el jardín todo se agita y vuelan las hojas y hasta las olivas maduras y negras vuelan pero dentro de la casa hay calma suma y un calorcito y hasta una cosa caracoleante que no acierto a definir, hay. Las dos abreus pequeñas se han puesto a dibujar y sus dibujos me recuerdan una serie que hice en los noventa allá en Miami, la pinté en un papel muy fino hecho a mano y lleno de hilachas y hasta hojas y pétalos tenía incrustado ese papel. Lo compré en New York, en una tienda en Broadway. Creo que fue la vez que fuimos a ver la gran exhibición de Caravaggio cuando compré aquel papel. La serie trataba de la familia aún tengo algunos de aquellos dibujos y en uno hay una figura que abraza la casa de la infancia como si quisiera salvarla del gran ventarrón.

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Martes, 26 de diciembre de 2017
Las dos pequeñas abreus alborotan y lo hacen en un inglés práctico y arrogante y lo que más disfruto de mirarlas lo comprendo enseguida es la ausencia de la isla. Nuestro triunfo, el triunfo de nuestra familia, ha sido total: en poco más de una generación hemos borrado la isla. La pavorosa isla de nuestros padres y abuelos de la que afortunadamente logramos escapar. Toda mi vida la he vivido huyendo de la isla y contra la isla (y así moriré porque no soy de los que perdona a sus enemigos), pero ahora con la certeza de que he conseguido escapar en estas niñas verdaderamente de la monstruosa isla porque en ellas se borra la isla en ellas ya no existe la isla.

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Lunes, 25 de diciembre de 2017
En la cocina mientras preparo el té me pongo a hablar con un abreu enorme del desagradecimiento general. Es una epidemia, digo. Y estamos de acuerdo en que lo primero que hay que hacer al despertar cada mañana es agradecer. No las supuestas grandes cosas sino las grandes cosas verdaderas: que abras el grifo ¡y salga agua!, que acciones el interruptor y ¡se haga la luz! Generaciones enteras de malagradecidos, apunto, se toman estas cosas como naturales pero son antinaturales en todos los sentidos. Vivimos, insisto, entre legiones de malagradecidos que creen que se lo merecen todo y que tienen agua y luz eléctrica porque la vida es así. Pero no lo es. El agua y la luz son hechos prodigiosos, si lo sabré yo. De esto y asuntos semejantes converso con el abreu enorme antes de que despierten los pequeños abreus que siempre en sus vidas han tenido grifos de los que sale agua e interruptores donde se hace indefectiblemente la luz. Que agradezcan, digo. Que sepan agradecer.
Y mientras añado miel al té y miro el jardín y el olivo donde se aposenta el metal del cielo pienso en que si algo echo yo de menos es este encontrarme en la cocina cualquier mañana con mi hijo y conversar.
