Estampas
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Sábado, 6 de septiembre de 2025

Dino Pedriali. Retrato de Pasolini.
Algo reprochable, sin embargo, en el libro de Trevi es que, como tantos buenos libros llamados de no ficción (si es que tal cosa existe) obras realistas, autobiográficas, o como se quiera llamarlas, su libro está escrito de espaldas a la ciencia. Antes no me molestaba, ni siquiera lo notaba, pero ahora me sale al paso a cada párrafo. No hay genes en el libro de Trevi, por ejemplo, cosa curiosa porque presumo que la herencia genética de un personaje como Pasolini debe ser un asunto digno de interés. Algo que podría ayudar a comprender mejor su azarosa vida y su espantosa muerte. ¿No? Trevi es un escritor formidable, muy inteligente, como he dicho, pero este escribir acientífico, como si los seres humanos fueran de palabras y no de carne y hueso, rebaja en cierta medida mi entusiasmo lector.

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Viernes, 5 de septiembre de 2025
“Y es que la literatura, entendida como un gran experimento que se hace con los límites de lo humano, debería ser siempre eso: un detonante, una catástrofe que provoca cambios irreversibles en la vida. Un factor de desequilibrio. Cuanto más dotado está un libro de verdadera grandeza, más capaz es de fecundar formas de locura adecuadas a esa grandeza. Pero todo esto es raro y poco oficial. Llegan los críticos, los profesores, los intelectuales, fríos y serios como los conejos negros que se acercan a la cama de Pinocho. Tenaz y paciente, la mediocridad vuelve siempre por sus fueros”.
“No es mi intención convertir el espectro de Pier Paolo Pasolini en una insulsa metáfora y afirmar que este espectro ejerce, o ha ejercido, algún tipo de influencia en la «cultura» y la «sociedad» italianas. Entre otras cosas porque la «cultura» y la «sociedad» exceden completamente a mis intereses; su condición de convenciones, esencialmente hipócritas, me hacen sospechar que en realidad no interesan a nadie, y menos aún a aquellos que, a falta de algo mejor, las tienen siempre en la boca”.
“Lo que en las leyendas medievales representaban los mártires cristianos, los ascetas, los grandes pecadores iluminados por la Gracia, lo encarnaban ahora individuos tan excepcionales como Mandelshtam, Céline, Sylvia Plath, Mishima. Thomas Bernhard esperaba que sus vecinas recurrieran a su figura para asustar a los niños: «¡Como no te portes bien vendrá el señor Bernhard y te llevará!». Hoy, en cambio, la máxima aspiración de los escritores es que los padres y los hijos los amen, como a Papá Noel (las escritoras, claro está, aspirarán a parecerse a la bruja Befana, pero la vocación de repartidor de regalos es la misma)”.
Lean a Trevi.

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Jueves, 4 de septiembre de 2025
En la Toscana, amén de Saroyan, leo a Emanuele Trevi, su libro sobre Pasolini y su gran amiga y actriz fetiche, Laura Betti (la Loca). Leo a Trevi a instancias de amigos jóvenes, sí, aún hay jóvenes que leen y leen bien y hasta prefieren leer libros de papel, lo que me reconforta, aunque sospecho que la batalla de la lectura es una batalla perdida. Trevi es un escritor muy inteligente. Algo escrito, así se titula su libro, es una lectura estupenda, alimenticia, muy recomendable, a ratos iluminadora:
“No hay riesgo más grande que el que corre quien acepta no ser otra cosa que él mismo, «de carne y hueso», como un animal, un dios, un condenado a muerte”.
“La verdad es que todos y cada uno de nosotros, a poco que nos empeñemos, podemos aprender a usar las tintas que más aptas sean para realizar nuestra tareíta y llamarnos escritores. Pero en el verdadero tintero, el que usan los grandes, hierven materias muy distintas: sangre y esperma y materias fecales y todos los demás fangos en los que pululan deseos y aspiraciones y recuerdos más vastos y oscuros que cualquier palabra, que cualquier conversación. En eso, por mucho que la afilara, no llegaba a mojar la punta de mi plumita. Y por eso estaba seguro de que la Loca, aquel ser imposible, aquel castigo viviente, podía enseñarme algo precioso, algo que yo no podría seguir fingiendo ignorar”.
Ya les dije que era un escritor muy inteligente.

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Miércoles, 3 de septiembre de 2025
Como cada vez que viajo a Italia, también en esta ocasión me detuve ante una librería Feltrinelli e imaginé el momento en que al gran millonario castrista comunista y guevarista Feltrinelli le explotó una bomba de fabricación casera con la que pretendía acabar con el capitalismo y traer la Revolución a Italia ni siquiera se le ocurrió al muy cretino comprar con todo el dinero montañas de dinero que tenía una bomba profesional el guerrillero millonario había fundado una organización terrorista quería ser como el Che o cualquier otra estupidez asesina por el estilo.
Me detuve como he dicho ante una librería de la cadena Feltrinelli e imaginé el momento de la explosión y no los voy a engañar, también como siempre se me escapó una de mis sonrisitas siniestras.

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Martes, 2 de septiembre de 2025
Hoy, en Barcelona, siete días después de regresar de la Toscana, alrededor de las cuatro de la tarde, leyendo a Saroyan, encuentro este párrafo que tiene todo que ver con lo sucedido en los Uffizi. No sabría explicar por qué ni de qué manera, pero este párrafo explica (aunque explica no es la palabra) lo sucedido en Florencia, y tal vez lo explique todo:
“Forman parte de los gobiernos del mundo. Crean las grandes obras de beneficencia, las grandes reformas, las grandes escuelas, los grandes hospitales y asilos. Avanzan lenta y firmemente, con la ayuda de secretarias y contables, empleados y recepcionistas y hacen cosas. Hacen una cosa tras otra. Se reúnen y hablan, y después cada uno de ellos hace algo más, con ayuda de oficinistas, mecanógrafas y recaderos. Trabajan en despachos magníficos en edificios magníficos, y hacen su trabajo de acuerdo con las reglas y las costumbres. Entienden de formas y procedimientos. Hacen cosas de todo tipo, y algo consiguen, mucho incluso, pero no sirve, no sirve para nada”.

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Lunes, 1 de septiembre de 2025
También en Florencia me pregunto dónde han ido aquellos hombres altos, elegantes, grácilmente fieros, de aires magnos a fin de cuentas, que en mi primera visita hace treinta años se encontraban por doquier; aquellas mujeres de largos cuellos armoniosos y cuerpos limpios y elásticos, aquellas mujeres bellísimas y helénicas cuya sola contemplación, aunque fuera fugaz, te cortaba la respiración al tiempo que te hacía sentir una punzada homérica; dónde han ido? Los busco en vano, empobrecido, por calles y plazas.
La tercermundicialización ha provisto a la ciudad de una nueva piel en todos los sentidos mugrienta.

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Domingo, 31 de agosto de 2025
De noche, ya de regreso a Lucca y a la sobra morada del tilo, me pongo a pensar en lo que pasó (o me pasó) en Florencia. Y con poco éxito, dado que el alcance de las palabras es limitado, sobre todo en estos casos, llego a la conclusión de que la mejor forma de describir lo sucedido es decir que, con la mayor naturalidad, tuve la certeza de que la llamada “realidad real” existe en una entidad más pobre que la de mis recuerdos.
No se me escapa, claro, que esa entidad superior, más rica, en mi cerebro es más hermosa, sí, pero efímera, ¿y qué puede importar o de qué manera afectarme la existencia de esa superior hermosura cuando esté muerto?

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Sábado, 30 de agosto de 2025
En la Galería de los Uffizi me pasa algo inesperado. No tiene nada que ver con la Galería de los Uffizi que recuerdo. La que recuerdo es muy superior. Y esto atañe no sólo al edificio (que ahora encuentro opresivo, tortuoso, sombrío) también a las obras que contiene; por ejemplo, la ejecución del soplo de Céfiro en el Nacimiento de Venus de Boticelli, me parece cutre. Qué cutrez, me digo. Lo único que se salva es el Tondo Doni de Miguel Ángel, el autorretrato de Rembrandt, un Caravaggio y poca cosa más aquí y allá. ¿Qué ha pasado? ¿Qué me ha pasado?
Algo parecido me sucede al atravesar el Ponte Vecchio, despojado ahora del encanto que tenía en mi recuerdo, convertido en una sucesión de fatuas tiendas pijas. Amén de lo del recuerdo (casi veinte años) tengo la sensación de que el grueso envoltorio literario en que la realidad está encerrada (al menos para cerebros como el mío) se ha resquebrajado y permite ver su interior, que no sabría decir qué es, pero que comparado con el envoltorio literario y la exquisita belleza de mi recuerdo resulta feo, deprimente, vulgar, desolado e incluso apesta a basura amontonada bajo la lluvia en las calles de la extrema intemperie del mundo. ¿Me ha sido dado acaso percibir la extrema intemperie del mundo?
Cuando salimos de los Uffizi, intento ver a mi amado Pontormo, pero la Iglesia de la Santa Felicita está cerrada. Y casi me alegro de que así sea. Me aterra la idea de que mi Pontormo ya no sea mi Pontormo.

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Viernes, 29 de agosto de 2025
Lo que me gusta de Saroyan, pensándolo bien, es que fue un hombre recto y, lo que es muchísimo más raro, un escritor recto. No abundan. Das una patada a la literatura de cualquier país y te salen a montones líricos, filosoferos, cobardicas, redactores de a tanto el párrafo, metaforistas, ampulosos literatos profesionales y novelistas y poetiesas* lesbianas de closet o faltas de macho. Pero para hallar un escritor recto que sea además un hombre recto hay que escarbar mucho.
*(Lydia Cabrera dixit)

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Jueves, 28 de agosto de 2025
Después del Tigre … me pongo a terminar las Memorias de Saroyan. Las traje a medio leer cuando vinimos a la Toscana y al gran tilo Y en cierto momento, acercándome al final, me sucedió con Saroyan algo que nunca me ha pasado con ningún otro escritor: pensé que me hubiera gustado ser Saroyan. Haber sido Saroyan. Y no crean que lo digo sólo porque se acostó con Marilyn. Lo digo por todo. Yo siempre he querido ser yo, aún hoy, a mi edad, no me cambiaría por nadie. Pero. Me ha pasado con Saroyan. Incluso a la hora de sentarme a escribir me gustaría sentarme a escribir como lo hacía él. Saroyan escribía como un rayo. Sin filosofías, intelectualidades ni mariconerías de escritor, como un rayo.
