Estampas
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En lo supurado por la prensa española a la muerte de Fidel Castro hay cosas miserables como lo de Jon Lee Anderson (ni una palabra para los asesinados) pero tal vez lo más estúpido viene de un filósofo. Cuenta el filósofo una anécdota algo maricona de Arthur Miller en el Malecón y concluye el filósofo que el gran logro del fidelismo no es ni más ni menos que “una corriente alentadora de solidaridad humana”. No olvidemos que el filósofo habla de un país con un centro de delatores por cuadra. Impresionante. ¡Y esos reporteros y reporteras de TVE aún con el semblante macerado por el poderío genital indígena soltando sus racistas ridiculeces! Ah, y El País y su fidelismo a lo Vicent, El País, ¡aleluya! que sabe distinguir tan bien entre tiranos.
Pero. Tampoco hay que prestarles demasiada atención, concentrémonos en nuestra fiesta y en Miami capital de los cubanos libres que celebren al menos un mes más en las calles y que se vea y se note la alegría con que decimos adiós al asesino.

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Miami (10)
En el cementerio otra vez con mis girasoles como de costumbre y el almendro que la acompaña ha crecido mucho desde la última vez que vine y está como hinchado y rozagante por las lluvias y al fondo una hilera de palmas como lanzas de Velázquez o de Paolo Uccello tal vez. Todavía no sé que Fidel Castro ha muerto (o morirá en unos días) y no puedo celebrar aquí en la tumba de mi madre, como me gustaría, la muerte del asesino.
Es temprano y el sol despliega sus primeras luces entre los árboles y las lápidas y alzo la cabeza y veo avanzar la luz.

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Miami (9)
Inauguran el museo de los cubanos exiliados y el edificio es muy bonito aunque pequeño: con tantos millonarios cubanos que hay en Miami. Pero. Un lugar estupendo a fin de cuentas eso es lo que importa. Saludo a viejos amigos de mi época miamense y es bueno verlos hasta al pintor Bedia veo con su disfraz de indio cada vez más perfeccionado. Nunca he entendido por qué hay que disfrazarse para pintar o escribir. Saludo a Ana Albertina, una pintora que me gusta mucho y a Demi y Arturo, y Portal que se pone a hacernos retratos. En el mío sostengo una hoja blanca sobre el pecho y ahí Pedro pondrá el rostro de algún artista cubano muerto en el exilio, yo pido a Carlos Alfonso, porque era mi amigo y porque es justo que nos acompañe esta noche.
La primera exhibición del museo está dedicada a Luis Cruz Azaceta, nadie lo merece más. Afuera la noche es clara y florida y dentro se habla con mucha inteligencia y bien sobre pintura y sobre arte y sobre la isla pero en mi opinión con demasiada nostalgia. La nostalgia no es el camino, pienso. No estamos en el exilio para llevar a cuestas una isla que no existe, estamos en el exilio para ser libres y para ser hombres y mujeres libres en el paisaje del mundo.
“Ser cubano es ir con Cuba a todas partes. Ser cubano es llevar a Cuba en un persistente recuerdo. Todos llevamos a Cuba dentro como una música inaudita, como una visión insólita que nos sabemos de memoria. Cuba es un paraíso del que huimos tratando de regresar”.
Leen estas palabras de Guillermo Cabrera Infante y me quedo pensando en que no son verdad. Y en que de palabras así provienen todos nuestros males. Ser cubano no es nada especial, diga quién diga lo contrario, Martí puso también todo su talento al servicio de esa superchería tribal, lamentablemente. Cuba no es un paraíso, los paraísos no existen, y no voy con Cuba a todas partes (¿qué quiere decir eso?), y sobre todo yo no huí de allí para regresar.

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Miami (8)
Viene toda la familia a la librería ALTAMIRA hasta mi misántropo hermano Nicolás viene a la presentación de mis memorias. Más que la puesta en escena de un libro es la apoteosis de lo abreu. Hablo de la hipocresía, de que es peor que la maldad (ningún malvado puede triunfar sin las huestes de hipócritas que lo sirven), y hablo de eso porque mi libro huye de la hipocresía ese es su mayor mérito, si alguno. Y hablo de mi madre la reina madre como es natural. Después nos vamos a celebrar a un pub irlandés y yo bebo guinness y comemos lo que se come en esos sitios y pienso que teniendo en cuento lo que comen es asombroso que quede un norteamericano vivo. Y alegres de estar reunidos y sobre todo alegres de haber escapado de la isla y del fidelismo y su hedor hablamos del pasado nuestro pasado: y el transcurrir del tiempo se apelotona y es casi como si nadie hubiera muerto y estuviéramos todos juntos otra vez.

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Miami (7)
Conozco a Arturo Rodríguez desde que llegué a Miami y recién llegado exhibimos juntos en la librería de Nancy Pérez Crespo, cuando eso yo vivía en el garaje de la buena Hortensia y pintaba en planchas de masonite porque no tenía dinero para comprar tela donde pintar. ¿Qué habrá sido de los cuadros que vendí aquella noche? Arturo me enseña sus obras más recientes soberbiamente kafkianas y sus portentosas acuarelas: en el agua se demuestra lo que es un verdadero pintor.
Demi, también pintora, y mujer de Arturo, ha cocinado (quiero decir destilado) un plato delicioso, arábigamente condimentado, y me invita a comer y bebemos vino rojo, naturalmente. Después me muestra algunas telas de su serie Angels Hide Their Faces y en ellas niños que han muerto en accidentes con armas de fuego en USA: son cuadros en los que la muerte es rosada y hay una furia remolona y maternal que refulge por los rincones. Los niños deberían estar muertos pero el arte es una gran cosa y los niños que pinta Demi no sólo viven sino que viven en una forma de vida superior.
Hablamos de pintura y de lo que queda de la pintura en el mercado de la pintura y de cómo para ese mercado no existen los pintores anticastristas, sólo los castristas existen para ese mercado norteamericano y para los museos norteamericanos: la decencia es una mercancía averiada en ese mercado del arte. Y los coleccionistas norteamericanos viajan a Cuba constantemente a comprar cualquier bodrio de allá que la pintura cubana es la castrista (por acción u omisión), dicen.
Y al final de la visita Arturo me regala The School of Night, un libro de sus dibujos en los que puede verse al pintor emboscado en la noche desenredando las sombras y estoy seguro de que cuando ninguno de nosotros ya exista estos dibujos darán sentido a lo que fuimos e incluso llegarán a iluminar tal vez la oscuridad de la isla.

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Miami (6)
La comida uniformemente mala, excepto la noche que fuimos al IZAKAYA en Coral Gables donde el nivel de la comida es casi barcelonés. Lo demás en todas partes grasa y refrito y porciones monstruosas para disimular la nula elegancia de los platos y la ausencia de culinaria liviandad.
Pero. Los zumos de guanábana y de mamey y los tostones y las mariquitas y los chicharrones de puerco y los pastelitos de guayaba y de guayaba y queso y el puré de malanga y los cremosos jardines y las irisadas cenefas y la luz cernida al amanecer.

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Miami (5)
En la presentación en la Feria poca gente llueve a cántaros sobre Miami ni mi propio hijo puede llegar se queda atascado en un tráfico infernal. Pero me lo paso bien. Viene un profesor de una universidad escocesa que ha escrito una tesis sobre mi trabajo y trae todos mis libros para que se los firme. Los firmo. Hablo de Reinaldo y de lo que sufrió en la isla a manos del fidelismo. No hay buena literatura sin dolor, tal vez, pienso. Entre las más finas alegrías de la noche una muchacha muy joven que habla español con acento, ha crecido en Miami, y que me trae mis dos libros, me interesa mucho todo lo de Cuba, soy hija de cubanos exiliados, me dice. A mí me emociona francamente y me hace sentir como una brisa optimista que muchachas y muchachos así existan: uno siempre piensa que la juventud hija de cubanos pero ya norteamericana no se interesa por lo que vivimos ni por el testimonio escrito que nos empeñamos en dejar. No sé cuántos como ella habrá, seguro no muchos. Pero eso no importa en asuntos así siempre los pocos hacen la diferencia.

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Miami (4)
Temprano voy con Portal a HOME DEPOT y compro un naranjo. Se le ve joven y robusto y lleno de vida como se dice. El plan es plantarlo en el patio de la casa de mi hijo: la compró hace poco y tiene la casa un viejo patio de cemento. Habrá que quitar el cemento y poner césped y una buganvilla y hasta un jazmín y una areca vendrán bien, creo. Insisto en lo del árbol y facilito las cosas y compro tierra además del naranjo y compro las herramientas necesarias para plantarlo, pero no digo nada de las verdaderas razones por las que quiero plantar el árbol.
El árbol soy yo. El árbol los protegerá.

3088
Miami (3)
Me entrevistan en la televisión y conduzco aún de noche hasta los estudios y surco los expressways y sobre mi cabeza la noche de Miami labial y trémula. En el lugar conozco a una muchacha bonita pero sobre todo dulce de una dulzura completamente carnal y hasta húmeda. Me dice que lee desde hace muchos años mis emanaciones y no se lo digo pero pienso: qué lástima que en su momento no mandara una foto para la galería de autorretratos de lectores desnudos del blog, ¿recuerdan? Cuando me siento a escribir todas las mañanas creo habitar una gran soledad y siento que escribo en el vacío (toda escritura de la que importa se hace en el vacío en cierta medida).
Pero no.

3087
Miami (2)
Hablo con los amigos y todos coinciden en que la ciudad ha sido tomada. La victoria de la dictadura es completa y su vulgaridad (señal de indentidad y razón de ser de la dictadura) está presente y puede ser vista y escuchada y sentida por todas partes. Siempre soñamos (yo aún sueño) con una invasión norteamericana que acabara con los asesinos y devolviera la libertad a la isla pero la destreza del enemigo ha sido extraordinaria y la cobardía y la desidia de los libres mayúsculas. En consecuencia, cincuenta y siete años después de la llegada al poder de los asesinos la única invasión que se ha producido es en sentido contrario: los asesinos y las vulgares y amorales hordas que sostienen a los asesinos y su dictadura han ocupado la ciudad de los exiliados y a estas alturas no queda ya casi nada de ella.
La plaza se ha rendido y todos nos han traicionado.
Luis Cruz Azaceta, The Crossing, 1991. Lithograph, 29 1/2 × 41 3/4 inches. Whitney Museum of American Art, New York.
