Estampas
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Domingo, 26 de agosto de 2018
Málaga (3)
Si tenemos que huir alguna vez de Cataluña finalmente cubanizada, vendremos a Málaga. Qué ciudad acogedora y hermosa y luminosa. Las camareras son tan gentiles que le entran ganas a uno de hacerles una mamada (así los camareros). ¿Qué otra ciudad provoca semejante estallido de generosidad sexual? Ninguna. Desde la cima de la Alcazaba la contemplo y me voy diciendo estas cosas sentado en el patio de los rosales y de la fuente mora. De cuando los moros eran parte de la Civilización y hacían contundentes aportes al Progreso y a la Civilización. Pero eso ya pasó. Dios ganó la partida y los mandó a la oscuridad de Dios. Corre una brisa suave y feliz. No hay nubes. Y allí sentado me digo nunca huiremos de Cataluña porque estoy cansado de huir fundamentalmente pero también porque siempre ha de haber alguien dispuesto a subir con el hereje a la hoguera, y siempre ha de haber alguien que en medio de la cobarde y estúpida manada diga No.
Hay que decir No. La Libertad y la Civilización dependen de los que dicen No.

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Sábado, 25 de agosto de 2018
Málaga (2)
Ya sé por qué querías venir, para enfurecerte, ese es tu alimento. Dice. Y es verdad. Nadie me conoce como ella. Al cuarto o quinto retrato de Stalin y sus asesinos pero sobre todo de Stalin la rabia me invade y siento esa sensación tan positiva que siento cuando la rabia me invade. Estamos en el Museo Ruso de Málaga (¡y cuán ruso, hasta el que cobra la entrada es ruso!) y la exposición se hace llamar Radiante Porvenir, pero no es más que una apología del stalinismo y hay que preguntarse, y Ramón, que me acompaña, se lo pregunta enseguida ¿sería posible una exhibición como esta sobre el arte nazi aquí en Málaga o en cualquier otra ciudad española? No sería posible, concordamos.
Por otro lado, la exhibición es mala. La hechura de las obras de un virtuosismo rumiante, pintura de profesores y de criados no de creadores. Los logros del arte verdadero son siempre estéticos, nunca artesanales. No hay un sólo gramo de creación ni de originalidad ni de arte en todas estas salas repletas de esculturas y de cuadros enormes dedicados a exaltar al asesino Stalin y al asesino Lenin y a la Unión Soviética, estado totalitario y además estado de una vulgaridad monstruosa, esa vulgaridad característica del comunismo es decir de la miseria (la dignidad de la pobreza es un cuento de gente que nunca ha sido pobre) y de la falta de libertad. ¡Y yo leyendo a Simon Sebag Montefiore!
Por suerte del museo nos vamos a comer al chiringuito de la playa y al comer y beber esplendores la vida recobra rápidamente su esplendor.

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Viernes, 24 de agosto de 2018
Málaga (1)
Hablo con María Elvira y Ramón en un chiringuito de Málaga, comiendo fabulosamente, sobre el papel siniestro de la intelligentsia europea en la decadencia moral e ideológica de Europa. La luz es tan perfecta que cruje. Le digo que es muy significativo que una cohorte de asesinos (comunistas) haya sido y siga siendo la guía moral de la intelectualidad (y de la juventud europea). Y esto me lleva al amigo Girauta. Dice Girauta en una entrevista guay y con colorines de esas que hace el periódico estos días, que se hizo maoísta a los quince años para divertirse y para ligar. Girauta dice quince años como si eso lo disculpara de algo, pero eso no lo disculpa de nada. Había juventudes nazis de quince años y nadie las disculpa. ¿Por qué habríamos de disculpar a Girauta? Ser maoísta a cualquier edad es apoyar (y colaborar con el blanqueamiento) de unos genocidas. Es la misma bajeza que si yo dijera que me metí a comunista en Cuba con quince años para sobrevivir, poder estudiar, o para que me dieran una beca o para follar porque se follaba más siendo comunista: un divertimento. Ya. Pero. Estaban fusilando.
A mí todo ese asunto de la superioridad moral de la Izquierda y de la impunidad bailable y hasta follable con que se apoyó a genocidas de izquierda me parece una frivolidad siniestra y además me parece una depravación por la que hay que sentir, al menos, cierto escozor moral.

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Domingo, 19 de agosto de 2018
Hoy al amanecer he recordado la última vez que vi a Lydia Cabrera. Había dejado su apartamento en Coral Gables (María Teresa había muerto y a Lydia le costaba cada vez más valerse por sí misma) y se había mudado con la profesora Isabel Castellanos que la cuidó con devoción hasta el final. Isabel vivía en uno de esos barrios vallados apacibles y arbolados que eran por aquella época relativamente nuevos en Miami. Cuando llegué, Isabel me dijo que nuestra amiga estaba bien, pero que se apagaba. Encontré a Lydia en la cama, donde pasaba la mayor parte del tiempo, delgada y débil pero lúcida y los ojos tan extensos como siempre y sus manos venosas y manchadas y su sonrisa de quien ya sabe. En las paredes el retrato de su amada María Teresa y sus piedras pintadas sobre una mesilla. La habitación era agradable y confortable y el aire verde. Me senté al borde de la cama un momento y me dio su mano y nos dijimos frases de ocasión, supongo, la verdad es que no recuerdo lo que hablamos. Recuerdo eso sí su voz raspada y burlona al fondo donde importa su voz que ahora escucho.
Yo la quería.

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Sábado, 18 de agosto de 2018
Sentado en la cocina leo que Vasili Blojin, general rojo de la NKVD, se encargó de asesinar a miles de oficiales polacos. El rojo Stalin firmó la orden y: “Blojin se trasladó hasta el campo de concentración de Ostashkov, donde junto con otros dos agentes de la Cheka acondicionó un barracón con paredes acolchadas e insonorizadas y decidió imponer una cuota verdaderamente estajanovista de doscientas cincuenta ejecuciones cada noche. Se llevó consigo un delantal de cuero y una gorra de carnicero que utilizó para llevar a cabo uno de los actos más prolíficos de asesinato en masa que haya ejecutado un solo individuo, matando a siete mil hombres exactamente en veintiocho noches, con una pistola Walther de fabricación alemana, para evitar futuras identificaciones”.
El rojo Blojin recibió las siguientes condecoraciones y distinciones: Medalla al Trabajador de la Cheka; Orden de la Estrella Roja; Orden de la Bandera Roja (dos veces); Orden de la Bandera Roja del Trabajo; Orden de Lenin.
Y en España ser rojo es muy guay. Qué guay.

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Viernes, 17 de agosto de 2018
Ya he leído 460 páginas del libro de Sebag Montefiore y voy sacando algunas conclusiones, entre ellas, esta: Stalin no asesinaba por ideología ni por racismo ni por ningún motivo decisivo, mataba sin razón (y algún placer, creo), mataba porque podía y porque le divertía disponer de la vida de otros y sospecho que para entretenerse. Stalin no era un asesino, era EL asesino. Indiferente, implacable, cruel, casual. Ya saben ustedes que me gusta comparar dictadores y asesinos y aunque aún no he terminado el libro, me faltan 300 páginas, estoy completamente seguro de que Stalin, comparado con Hitler, fue un asesino más auténtico. Voy leyendo y recorriendo podría decir el escenario y los campos y las ciudades y las aldeas rusas y soviéticas y todo hasta donde alcanza la vista anegado en la bajeza, la ineptitud, la zafiedad y la vulgaridad beoda rusa y soviética y anegada en sangre, naturalmente. Y no puedo dejar de preguntarme qué clase de basura tiene que ser la llamada Humanidad para que Stalin y su camarilla de rufianes, asesinos, violadores de niñas, degenerados, canallas e imbéciles es decir su bando comunista y socialista y la izquierda que representan haya pasado a la Historia por el lado bueno, progresista, de la Historia. Y no puedo dejar de responderme basura de la peor especie de la más infecta basura (siempre liderada por la intelectualidad y por los escritores y poetas, gentuza infaliblemente al servicio de lo peor) esa clase de basura hemos sido.
Y somos.

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Jueves, 16 de agosto de 2018
Apenas salidos de un cuentito de Aramburu en el periódico, nos endilga el periódico un cuentito de Padura. Generalmente, no leo nada de los suplementos de verano de los diarios españoles, pero esta vez me llamó y llama la atención que nos endilgue el periódico a Aramburu y a Padura de seguido; uno, novelista del Perdón entre asesinos patriotas vascos (¡todos vascos!) y sus víctimas, y otro, novelista del Perdón entre asesinos patriotas cubanos (¡todos cubanos!) y sus víctimas. Es decir dos sentimentalizadores literarios del crimen en nombre de la Patria y la Tribu.
Es el azar lo sé. Pero. Curioso, ¿no?

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Miércoles, 15 de agosto de 2018
En estos días el barrio de Gracia en Barcelona queda reducido a un orinal. Comienzan las llamadas Fiestas de Gracia. No es que el resto del año sea otra cosa, pero durante las llamadas Fiestas de Gracia, se nota más. Ya sólo se puede acudir a esas Fiestas de Gracia con careta antigás por la peste a orina y el hedor a porro y a vómitos y además está la contaminación visual. Los vecinos adornan las calles con enormes retratos de notorios asesinos como Arafat, el Che Guevara y Fidel Castro.
Aunque no lo parezca le tengo algún cariño al barrio de Gracia por mis primeros años en Barcelona cuando aún no era un orinal lleno de okupas y porreros cuando yo iba al cine Verdi y después de la película a comer a beber cerveza y a ver a las muchachas, que todavía no iban con el pelo cortado a machetazos ni llenas de pinchos en las orejas o argollas en la nariz como vacas ni parecían tener todas sarna ni iban vestidas como adefesios. También lo del cariño porque en mi novela satírica, Rebelión en Catanya, sobre el nacionalismo y las tribus (especialmente la catalana) hay una escena fundamental (la agonía de Adánico Florete) que tiene lugar en el barrio de Gracia, y esta es una de las escenas del libro que más me gusta. Y haré una confesión: así me gustaría morir. Lo de morir en una cama apaciblemente está muy sobrevalorado.
Qué bonito era el barrio de Gracia y ahora ya no es más que un basurero. Qué razón tenía Chinua Achebe todo se desmorona.

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Martes, 14 de agosto de 2018
El periodista Espada cree que ahora en el diario socialdemócrata El País se piensa y se escribe con pelos en la lengua. Yo creo que tiene razón. El País, en su decadencia de 169 portadas (y el atroz silencio de su plantilla) piensa y escribe de forma ya exclusivamente hirsuta. Qué prosa puro pelo. Yo al principio pensé que era por contagio tras la llegada de Jabois, del que ya sólo escribe la barba, pero el asunto es mucho más grave. Yo soy de chochos peludos, como se sabe, un chocho rasurado para mí es medio chocho (excepto el de La Giganta). Pero. Una cosa son los chochos y otra el periodismo. Así que. A pesar de esta inclinación mía a abrirme paso entre la maleza en busca de los tesoros y de la fuente de la juventud, creo que el periodista Espada tiene razón al definir y describir el problema de El País. Ya ese periódico es todo pelo sin rastro del rasgo apolíneo que distingue a cualquier periódico que se respete y que merezca ser respetado. Ya no se trata de las tonterías que suelen escribir Grandes o alguna otra jamona eterna aspirante al konsomol, es algo que atraviesa la estructura mental de El País como una trama cerdosa e impide la claridad expresiva y de pensamiento. ¡Que el gran diario español haya quedado reducido a una bola de pelos bucales!
Qué tiempos.

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Lunes, 13 de agosto de 2018
Dijo la periodista Landaluce hace unos días algo extraordinario dijo que los llamados progresistas es decir toda la izquierda más aquí o más allá son en realidad pobresistas. Es verdad. Lo que ha traído el progreso a la Humanidad es el capitalismo, es decir la derecha, el gran enemigo de los izquierdistas. El izquierdismo ha traído y sigue empeñado en traer pobreza y miseria a la Humanidad. El capitalismo es progreso, sus enemigos atraso. Véase la Historia. Eso de pobresismo, que todos deberíamos comenzar a usar en vez de progresismo o izquierdismo, es un gran hallazgo (la Real Academia debe aprobarlo de inmediato) y desde aquí aprovecho para felicitar a la periodista Landaluce.
