Estampas

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Miércoles, 5 de septiembre de 2018

Voy al kiosko a comprar Robinson Crusoe de la colección de libros que está publicando el periódico. La traducción, que presumo buena, es de Julio Cortázar. Pero. Habrá que ver. Ahí está la traducción de Las palmeras salvajes de Faulkner, que hizo el gran Borges, y que es bastante mala. Y hablando de traducciones estoy releyendo El bebedor de vino de palma de Amos Tutuola en la traducción de José Rodríguez Feo, excelente. En Cuba, durante los años de la gran censura prohibieron a escritores como Virgilio Piñera, José Lezama Lima o Heberto Padilla publicar y hasta escribir, pero les dejaban, a veces, traducir. Pero. Ya desde mucho antes hubo un período de formidables traducciones cubanas, Novas Calvo traduce El viejo y el mar, Lezama traduce Lluvias, de Saint John Perse (la traducción de Lezama es mejor que el poema de Perse, por cierto) Virgilio Piñera el Ferdydurke de Gombrowicz y a Baudelaire, y Padilla a Eliot.

A veces uno se asombra de lo que esa isla pestilente y pavorosa produjo durante la República e incluso bajo el socialista Batista. Pero ya no queda nada.

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Martes, 4 de septiembre de 2018

La base estaba cerca de un pueblucho espantoso llamado Los arabos Cuba está llena de puebluchos espantosos pero Los arabos está entre los más espantosos. De allí nos iban a llevar a la zafra, casi un año en aquellos campos de caña quemada comiendo menos que los negros esclavos en tiempos de la colonia y trabajando más que los negros esclavos en tiempos de la colonia. Pasábamos las noches haciendo guardia y, cuando no estábamos de guardia, sentados bajo un árbol hablando de mujeres meses sin ver una mujer qué vileza someter a un hombre a algo así. En la base entraban perros vagabundos que de los alrededores venían a buscar sobras o calor humano tal vez. Había un teniente oriental bajito entre los cubanos los orientales son los más bajitos y los habaneros los más altos, pero eso era antes ahora todos los cubanos son enanos. Yo fui el último cubano alto, creo. El teniente salía todas las tardes al caer el sol a esa hora la más desoladora en un campamento militar y disparaba a los perros. Les disparaba con un M-52, que son fusiles mucho más precisos que los AK-47. Ponía una rodilla en la tierra recuerdo apuntaba cuidadosamente y disparaba en la luz abrasada y se veía aparecer un rosetón rojo en el costado del animal alcanzado que aullaba y se revolvía antes de caer. A cierta distancia yo contemplaba la escena y soñaba todas las tardes con disparar a aquel hombre pero la vida nunca es lo que debe ser.

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Lunes, 3 de septiembre de 2018

Estoy limpiando la cocina y me pongo a pensar en aquellas barracas interminables del ejército y en cómo las limpiaba sin camisa y musculoso aunque flaco y desnutrido y mis ojitos verdes. Y lleno de furia naturalmente. Hay que venerar a las Furias e invocarlas todo el tiempo contra nuestros enemigos lo demás son mamalonerías. Limpio la cocina y de algún modo otra vez las interminables barracas del ejército y me doy cuenta de que a medida que envejezco me gustan más y más estas actividades solitarias y caseras tan llenas de humanidad. Lo sucio y lo feo y lo vulgar y lo colectivo merman la humanidad, así el comunismo el populismo (cúspides de la vulgaridad) y naturalmente el llamado Pueblo y todo lo que se distancie del ser individual y pretenda masificar y homogeneizar.

Limpio la cocina y las barracas del ejército y pienso eso y hago un alto y subo a escribir esto.

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Domingo, 2 de septiembre de 2018

Llego a la verdulería y tres de mis verduleras conversan y ríen y me saludan con cierta algarabía como acostumbran. Son ecuatorianas, peruanas, colombianas cosas así. Voy echando mano a los melocotones a las berenjenas a los plátanos a las zanahorias y de vez en cuando intervengo en la conversación. Una de ellas tiene una cita esta noche y dice que se va a poner un mono lleno de hebillas y amarres imposible de quitar por si acaso y yo enseguida ¡pero niña qué dices un vestidito muy suelto sueltecito y escotado es lo que debes ponerte para que puedan meterte mano por abajo y por arriba! Y estallan en carcajadas las tres y las caras iluminadas y una que tiene una bocaza sensual está de acuerdo conmigo y dice que vida sólo hay una ¡hay que aprovechar! Y yo sí sí sí. Y ella (la de la bocaza sensual) que ayer salió y la paró la policía en un control de alcoholemia y se había tomado tres botellas y el aparatico daba cero, cuatro veces sopló y cero ¿pero cómo cero? decía ella riendo con su bocaza sensual a los policías y al final la dejaron ir. ¡Pero si hacía tres horas que habías bebido! dice la que tiene hoy la cita y su mono blindado listo ¡ya debías haber meado todo lo que bebiste! ¡Meado! Y lo dice de una forma que hace que se me empiece a poner morcillona. Es que me encantan las mujeres sucias (de vocabulario), sobre todo en la cama. Y cómo ríen. Ah, adoro a mis verduleras qué alegría de vivir.

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Sábado, 1 de septiembre de 2018

Sé que lo que dije ayer puede parecer a muchos una exageración, pero obedece al más elemental sentido común. Véase. En los tiempos que corren el mayor enemigo de los ciudadanos libres e iguales es la tribu. Hay que combatirla despiadadamente. La tribu es inseparable de su jerigonza propia y para eliminar y a fin de cuentas extirpar la tribu del hombre civilizado hay que eliminar las jerigonzas menores y sólo dejar sobrevivir, por ahora, las más poderosas (hasta alcanzar el ideal: una sola jerigonza para todos). Durante un tiempo las tribus fueron necesarias la tribu griega o la tribu romana por ejemplo o la tribu británica, pero una vez creado por la fuerza civilizatoria el ciudadano libre e igual, las tribus son una perniciosa potala. Una vez creado el ciudadano libre e igual ¿qué utilidad puede tener el hombre tribal para la especie?

El ciudadano libre e igual debe imponerse cueste lo que cueste y eliminar al hombre tribal y no cejar ni descansar en el empeño de convertirse en ciudadano planetario. En ciudadano terrícola. Y una vez conseguido esto podremos dedicarnos a vencer la muerte, el único propósito que otorga sentido a nuestra especie.

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Viernes, 31 de agosto de 2018

Saben ustedes que creo que las jerigonzas menores deben desaparecer lo antes posible por el bien de la especie. Pero. También creo que durante ese proceso de desaparición, que ojalá sea rápido, sería saludable que aprovecháramos algunas palabras de esas jerigonzas menores. Por ejemplo, la palabra sargantana, de la jerigonza catalana. Lagartija es una palabra que me encanta pero sargantana también es una palabra formidable, así que, ¿por qué no enriquecer la jerigonza española todo lo que se pueda? Que los que hablen español usen también la palabra sargantana para decir lagartija. A mí me parece razonable. Y la usaré para decir lagartija de ahora en lo adelante cuando me plazca o, por razones rítmicas de mi escritura, me venga bien. Claro que hay jerigonzas menores de las que no hay nada que aprovechar así el vasco que más que una jerigonza es una suerte de encadenamiento de chirridos guturales.

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Jueves, 30 de agosto de 2018

Hablan dos amantes quiero decir que se aman y la mujer no entiende que cuando se ama siempre los que aman deben, llegado el caso, defender al amado; aún cuando no tenga razón. Si no tiene razón, no. Dice ella. Sobre todo cuando no tiene razón, dice él. Los amados son una unidad unipolar y es lo grandioso del amar y de amar y de ser amado que se puede tener un lugar donde uno está seguro sin estar solo como en uno mismo. No es verdad que los que se aman pertenezcan a ninguna otra comunidad, ellos son la comunidad y más allá de ellos no hay nada.

Allá fuera no hay nada.

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Miércoles, 29 de agosto de 2018

Y ya que el presidente Sánchez ha ido a Chile a reverenciar a Allende, tengo que decir que consideré una estupenda noticia que le pegaran unos tiros. Dicen que lo mató un cubano de su escolta. Pero da igual, si se suicidó o lo suicidaron, el caso es que salimos de él. Yo cuando eso estaba en la pavorosa y suspiré aliviado. Un lameculos de Castro menos, me dije. Magnífico, me dije. Y lo dije, claro, en voz baja y sin levantar el lomo del surco. Quería para los chilenos lo mismo que tenemos nosotros, me dije allá, en algún campo de trabajo forzado, en algún cañaveral, esperando en alguna inmensa cola. Quería convertir Chile en esto, me dije. Qué bien que alguien se lo impidió.

Después, me tocó construir casas para los chilenos de Allende, que salieron huyendo como conejos cuando cayó Allende. En unas brigadas proletarias, bajo un sol infernal, cargando ladrillos y batiendo cemento construía casas para los chilenos. Las construía, hambriento y vigilado. Para los chilenos. ¿Adónde iban a ir los chilenos sino a la isla pavorosa donde los entrenaron y los armaron? Y yo de constructor de casas para los cabrones chilenos.

Conocí a uno de ellos. Mitad guerrillero mitad terrorista, se vanagloriaba de haber matado (siempre decía ajusticiado) a burgueses, de haber asaltado bancos y el dinero para los Castro, para la Revolución Continental, naturalmente. La primera vez que vi un desodorante (mis pobres sobacos solo conocían el bicarbonato con alcohol) fue en esa nueva casa que construí yo y otros esclavos como yo para el terrorista chileno. Su mujer era amiga mía y le pedí permiso para bañarme un día en que no estaba el terrorista, que andaría en alguna misión, en algún bandidaje internacionalista. A veces me invitaba a comer mi amiga y yo volvía porque tenían ducha y compraban en la tienda especial para extranjeros y allí, en la casa del chileno y mi amiga, se comía, no se pasaba hambre como en mi destartalada casa donde raspábamos el moho (verde) que le salía al pan duro y lo tostábamos y le poníamos azúcar y esa era la cena.

Muy buena gente mi amiga. Pero un día me cansé de las gilipolleces de aquel gilipollas asesino y nos dijimos algunas cosas y mi amiga me dijo que el héroe chileno no me quería ver más en su casa. Es un tipo peligroso. Añadió. Así que no volví a la casa de mi amiga y esa fue la última vez que me pude duchar en Cuba y la última vez que visité a mi amiga.

Y eso es todo lo que tengo que decir del puto Allende.

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Martes, 28 de agosto de 2018

Málaga (5)

Cala de Vélez está muy cerca de Málaga y allí a la entrada del puerto está Chinchín Puerto. Paseamos hasta el lugar en la noche acicalada y baja y ya fresca a esa hora y nos sentamos en la terraza. Qué puedo decirles. Nos trajeron calamarcitos con su tinta dentro y cuando los mordíamos estallaban como luminarias. Nos trajeron raya y unos camarones pequeños y traslúcidos y su aroma abisal. Nos trajeron bacalao frito, delicadísimo. Nos trajeron unas mini hamburguesas acuáticas y unas cervezas de pueblo pero la cerveza es lo único que me gusta del pueblo, así qué. Nos trajeron croquetas de chopitos y de salmonete y a medida que se acercaba la medianoche se abarrotaba el lugar y ascendía como una vaharada de alegría hasta el cielo.

Y al regreso no sé si fue porque había bebido demasiado pero pude ver con enorme claridad las costuras de la noche y de la tierra y las costuras del mar.

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Lunes, 27 de agosto de 2018

Málaga (4)

Como no pude traer al libro de Montefiore (gordísimo) estoy leyendo (otra vez) el de Chinua Achebe. De Achebe se dice que es el padre de la literatura africana (yo creo que es Amos Tutuola) y que si esto y que si lo otro y le dieron muchos premios. Creo que los escritores que reciben muchos premios están acabados, pero ese es otro asunto. Voy leyendo a Achebe y no salgo de mi asombro. Su libro es una apología (amena, excelente) del oscurantismo, el salvajismo, la ignorancia y la barbarie autóctona. La cultura africana, las tradiciones africanas, la identidad africana, ay.

En el mundo de la novela de Achebe, destruido por los colonialistas europeos, las esposas (ojo al plural) son esclavas del marido que las muele a palos por cualquier cosa. Los niños gemelos traen mala suerte así que cuando nacen gemelos se coge a uno de los recién nacidos se le mete en una cazuela de barro y se les abandona en la selva. El personaje principal que es un notable de la aldea por su fuerza física, tiene una colección de cabezas de enemigos, en una de las cuales adecuadamente vaciada, bebe vino de palma.

Por otro lado, Achebe es producto de esa colonización que denuncia, toda su educación se la proporcionaron los colonizadores ingleses. Escribe en inglés, lo que hizo posible el éxito, la fortuna, y el prestigio de los que disfrutó en vida. Su africanismo no le dio por escribir en igbo o cualquier otra jerigonza nigeriana. El libro está encabezado por un prólogo atroz de Marta Sofía López, de la Universidad de León. No hay un tópico, no hay un prejuicio no hay una tontería progre que la profesora López no repita como un loro.

Por cierto, el libro de Achebe no es superior ( y es posterior) a los Cuentos negros de Cuba de Lydia Cabrera, pero Lydia era blanca y cubana y de derechas, así que nadie la conoce.

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