Estampas

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Domingo, 26 de diciembre de 2021

Llamo a mis hermanos en Miami y hablamos como es natural del virus chino y de que es increíble que a estas alturas no hayan lanzado los países libres y civilizados un montón de bombas atómicas sobre China, o al menos sobre las ciudades donde haya laboratorios de armas biológicas como el de Wuhan. Hay demasiados chinos ¿para qué sirven tantos chinos?, digo, y nos reímos. Putos chinos. ¡Comen perros y murciélagos! ¡Y se comen hasta a las salamandras gigantes prehistóricas, animalitos! Deberían meterse a caníbales los chinos y comerse entre ellos, ahí veo una solución pacifista; para que luego no me acusen de belicista o algo. Mi hermana amaneció enferma y no sabe si es un catarro común como se dice o el virus chino. Putos chinos. Mi hermano Nicolás, también con gripe, hizo dos piernas de cerdo (es un experto haciendo cerdo a la parrilla), y le llevó una a mi hermano mayor. No sé qué es el espíritu navideño, pero me gusta. Se leen muchas estupideces en los diarios y en la tele estos días, más de lo habitual, pero tampoco tanto, es soportable. Mucho más soportable desde que leo a Becker: “Para funcionar con normalidad, el ser humano ha de conseguir desde el principio una gran constricción del mundo y de sí mismo. Podríamos decir que la esencia de la normalidad es el rechazo de la realidad.”

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Viernes, 24 de diciembre de 2021

Al levantarme una gran humedad (casi escribo la gran humedad), a las baldosas de la terraza un monstruo les ha pasado la lengua, las hojas muertas empapadas, el despatarrado balancín. A veces pienso en escribir las memorias de los objetos del jardín y hasta las memorias del césped y el olivo y otros arbolillos, darle voz a todos ellos ¡las tumbonas y la cama elástica!, lo que serían las memorias de las tumbonas y la cama elástica y hasta de los árboles junto a la puerta de la casa, donde incursionaba en el paradójico mundo del bondage. Pero no sé si tenga ya energías para eso; escribir mis memorias (el segundo volumen) ya me está costando. Mi furia y mi imaginación y el trepidar constante de palabras en mi cerebro sigue más o menos intacto, pero ya no creo en muchas de las cosas en las que creía y alimentaban mi obstinación y hasta mi delirio creador. Cada día que pasa sé más de la farsa que somos y soy más consciente de la farsa que somos y se hace más engorroso el ineludible fingir.

Por la tarde de aquí, que es la mañana de allá, llamaré a mis hermanos y hablaremos de los planes (qué harás tú qué haré yo) para el día de hoy que es un día que ya vivimos sólo en el pasado.


(Fotografía de Pedro Portal)

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Miércoles, 22 de diciembre de 2021

A la salida de la presentación en Barcelona del libro de Cayetana Álvarez de Toledo (que más que un libro es ya un saludable terremoto), converso con el gran Boadella a propósito de lo que más me interesó de su genial puesta en escena: la sensación de rechazo y malestar ¡por el paisaje catalán!, que ha llegado a causarle el tribalismo y la xenofobia nacionalista. Hablaba Boadella de la desazón que le provocan ahora hermosos paisajes, antes queridos, antes considerados propios y hasta íntimos. No saben ustedes lo que me emocionó y alivió que el gran Boadella sintiera ese desembellecerse del paisaje, porque es algo parecido a lo que siento respecto a los paisajes cubanos. Sin la moderación, la elegancia y el sentido común de Boadella al sentir, de los que carezco. ¡Cuántas veces no he solicitado bombardear el Valle de Viñales, por ejemplo, y reducir a escombros sus horripilantes mogotes, ¡cuántas veces no he solicitado arrasar Trinidad o la mismísima ciudad de La Habana (aunque siempre después de bombardear Santiago de Cuba)!

Esos bombardeos, reclamados a la manera hiperbólica, burlona y feroz que reclamo para la escritura, son la manifestación del desconsuelo que me provoca el poder desembellecedor ¡que alcanza a contaminar el paisaje! de la estupidez y la ruindad del tribalismo, ya sea cubano o catalán. Ya estoy dando vueltas a la deliciosa idea de bombardear hasta borrar del mapa el llamado macizo rocoso de Monserrat.

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Martes, 21 de diciembre de 2021

“El ser humano posee «una pasión extrema por la autoridad» y «desea ser gobernado por una fuerza sin restricciones». Esta es la característica que encarna hipnóticamente el líder en su propia persona dominante. Como Fenichel expuso más tarde, las personas tienen el «anhelo de ser hipnotizadas» justamente porque desean volver a la protección mágica, a participar en la omnipotencia, al «sentimiento oceánico» del que gozaban cuando eran amadas y protegidas por sus padres. De este modo, como arguye Freud, no es que los grupos aporten algo nuevo a las personas; es sólo que satisfacen los anhelos eróticos profundamente arraigados que las personas siempre llevan consigo de forma inconsciente. Para Freud, esta fue la fuerza vital que mantenía unidos a los grupos. Actuaba como una especie de cemento psíquico que encerraba a las personas en una interdependencia mutua y absurda: los poderes magnéticos del líder se ven correspondidos con la delegación culpable de la voluntad de todos hacia él.”

“¿Por qué son tan necios y ciegos los grupos? —se han preguntado siempre los seres humanos—. Porque exigen ilusiones, respondió Freud, «constantemente dan prioridad a lo que es irreal frente a lo que es real». Y sabemos el porqué. El mundo real es sencillamente demasiado terrible para aceptarlo; le dice al ser humano que es un animal insignificante y tembloroso que morirá y se descompondrá. La ilusión cambia todo esto, hace que el ser humano parezca importante, esencial para el universo, inmortal del algún modo. ¿Quién transmite esta ilusión sino los padres al impartir la macro-mentira de la causa-sui cultural? Las masas recurren a los líderes para que les den la mentira que necesitan; el líder prolonga las ilusiones que triunfan sobre el complejo de castración y las magnifica hasta convertirlas en la victoria verdaderamente heroica. Además, facilita una nueva experiencia, la expresión de impulsos prohibidos, deseos secretos y fantasías. En la conducta grupal, todo lo que se hace es bajo el beneplácito del líder. Es como ser de nuevo un niño omnipotente, animado por el padre a darse gusto plenamente, o como estar en una terapia de psicoanálisis donde el analista no te censura por nada de lo que sientes o piensas. En el grupo, cada persona se cree un héroe omnipotente que puede dar rienda suelta a sus apetitos bajo el ojo aprobador del padre.”

Sigo con Ernest Becker. Y ahora entiendo mejor lo que ha sucedido en las elecciones chilenas. Y entiendo mejor tantas cosas.

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Lunes, 20 de diciembre de 2021

“Lo inquietante de la analidad es que revela que toda la cultura, todas las formas de creatividad humana, son, en algunos aspectos básicos, una protesta elaborada contra la realidad natural, una negación de la realidad de la condición humana y un intento de olvidar la creatura patética que es el ser humano. Una de las partes más pasmosas del estudio de Brown era su presentación de la analidad en Jonathan Swift. El máximo horror para Swift era el hecho de que lo sublime, lo bello y lo divino eran inseparables de las funciones animales primarias. En el cerebro del macho adorador se encuentra la ilusión de que la belleza sublime «es todo cabeza y alas sin un culo que la traicione». En uno de los poemas de Swift, un joven explica la contradicción grotesca que le desgarra:

No me asombra haber perdido el juicio;
¡Oh!, Celia, Celia, ¡Celia caga!

Sigo con Becker. Y seguiré un buen rato, acaba de llegarme La estructura del mal, 550 páginas que prometen mucho.

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Domingo, 19 de diciembre de 2021

Me levanto animoso hubo algunos días lóbregos la semana pasada, yo soleado el jardín soleado qué más se puede pedir, preparo mi té leo el diario y veo lo de los españoles que vivían en Cataluña y han tenido que marcharse acosados por la horda al servicio de la fantasía catalana (la fantasía de que existen los ciudadanos catalanes, la fantasía de que existe la nación catalana). Es triste todo lo que tiene que ver con la jerga catalana, con su imposición. Lo inferior siempre tiende a rebajar lo superior, lo menor odia la grandeza, así la jerga catalana respecto el gran idioma español. Es triste digo, pero no me entristece al contrario me alegra es fundamental para mi sano desarrollo moral tener un enemigo y estos racistas y sus delirios y fantasías tribales son mis enemigos. Agradecido. Bebo cerveza Waterloo en mi copa de cerveza Waterloo mientras cocino y pienso en que hay miles de misiles nucleares suficientes para destruir la vida en varios planetas, el problema no es ideológico o religioso el problema es la especie, nada de lo que concierna a los seres humanos tiene solución la locura de la especie es insuperable y tarde o temprano nos aniquilará. Esta para mí es una idea tranquilizante, imaginen que la alimaña humana lograra expandirse por el universo no quiero ni pensarlo.

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Sábado, 18 de diciembre de 2021

Después del pollo al horno y el arroz cremoso me quedo un rato comiendo trozos de turrón de Planelles (jijona), el mejor turrón del mundo, y bebiendo Beaujolais Nouveau y, cuando se acaba la botella abro una de Coppola Pinot Grigio (Diamond Collection) y leo a Otto Rank (El mito del nacimiento del héroe) que ha llegado a mi mesa en la estela de Ernest Becker. Afuera bate un sol atiplado y Martica ha ido a hacer la siesta y pienso en ella y se me va poniendo morcillona y mi cerebro se sumerge en una soñera y en una baba tibia y me sube un gozo de la barriga puede que sea el vino y el turrón la combinación de ambos; la vida es lo que uno se mete en la boca es decir ahora la vida sería un chocho en la boca meterme un chocho en la boca un chocho untoso y meloso mezclado en la boca con turrón de jijona (Planelles el mejor turrón del mundo) y vino blanco (Coppola Pinoy Grigio (Diamond Collection) eso sería no sólo la vida, eso sería todo, sería la respuesta a todas las preguntas nos pasamos la vida buscando en la mente todas las respuestas pero es el cuerpo quien tiene todas las respuestas.

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Viernes, 17 de diciembre de 2021

“Tenía las mandíbulas apretadas y la boca cubierta de espuma blanca, una espuma pegajosa que costaba retirar. Se la limpié con agua. Volvió al rincón, donde se quedó agazapada, con la mirada fija al frente. Su actitud resultaba inquietante: inmóvil, paciente, y sin intención de dormir. Aguardando. Los gatos deciden morir. Se arrastran a un lugar fresco, por el calor de la sangre, se agazapan y esperan la muerte.

Cuando llegamos a casa, tras una noche en la clínica veterinaria, salió, consumida, al jardín. Había empezado el otoño y hacia frío. Se agazapó contra el frío de la tapia, sobre la gélida tierra, en la paciente actitud de espera de la noche anterior. La llevé adentro y la puse sobre una manta, no muy cerca del radiador. Volvió a salir al jardín, la misma postura, la misma actitud paciente, mortal. La metí de nuevo en casa y la encerré. Se arrastró hasta la puerta y ahí se quedó, con la nariz pegada a ella, aguardando la muerte.

Así describe Doris Lessing cómo su gata enferma esperó la muerte. De igual manera, exactamente, lo hizo mi gato amarillo. Como la gata de Lessing, buscaba la puerta de la muerte mi gato amarillo. Quiero pensar que hice lo que hace un buen amigo cuando encontré esa puerta para él, y la abrí.

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Miércoles, 15 de diciembre de 2021

Sigo con Becker y en Becker esto acerca de la tan aclamada “madurez”. A mí siempre la madurez me ha parecido la antesala de la podredumbre. Pero. Lo del “carácter maduro” como autoengaño y hasta como requisito para nuestra sumisión ante los poderosos mayores me parece también muy acertado.

“El complejo de castración ha realizado su trabajo cuando se somete a la «realidad social». Ahora ya puede, desvalorizar los deseos y pretensiones propios y moverse sin riesgos en el mundo de los poderosos mayores. Incluso puede entregar su cuerpo a la tribu, al Estado, al paraguas mágico y protector de los mayores y sus símbolos. Es así como deja de suponerle una peligrosa negación de sí mismo. No existe, sin embargo, una diferencia real entre la imposibilidad infantil y la de un adulto; lo único que logra el adulto es la experiencia del autoengaño, lo que denominamos el carácter «maduro».”

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Martes, 14 de diciembre de 2021

No hace mucho escribí un cuento en el que se resucitaba a los hermano Castro, se les sometía a juicio, y se les condenaba a muerte naturalmente. Qué maravilla. Pero. Como esta formidable tecnología no estará disponible al menos en tres o cuatro siglos, llevo algún tiempo haciendo una lista de dictadores o semejantes que habría que matar sin demora para que la Humanidad, y sobre todo la Civilización Occidental (la única que existe), sobreviva. La resucitación (y ajusticiamiento) como forma de justicia será carísima, así que me he preguntado: ¿para qué perder dinero con esta gente en el futuro si se les puede matar ahora y evitar grandes males y gastos? Mi lista crece y crece con el tiempo. No es una idea original, se la copié a Reinaldo que me dijo una tarde en el siniestro Parque Lenin “hay que hacer una lista de toda la gente que hay que matar, es la única manera de librase de este tipo de maldad”; se refería a la maldad castrista. Yo he mejorado la idea, creo, y mi lista es puramente magnicida. Es mucho más útil matar a los que son capaces de causar la desdicha y la desgracia de muchos.

Ya estoy viejo y no tengo el dinero necesario, pero si fuera joven y multimillonario organizaría un comando magnicida de super mercenarios asesinos para higienizar el mundo. Seamos honestos, matar a Mohamed Abdullahi Mohamed, Xi Jinping, Daniel Ortega ( y consorte), Maduro, Kim Jong-un, Tamin ben Hamad al Thani, Putin, Tayyip Erdogan o los Castro, ¿no es higienizar el mundo?

Créanme, es la única solución para paliar un poco la estupidez la monstruosidad y la locura humana.

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