Estampas

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Sábado, 1 de septiembre de 2018

Sé que lo que dije ayer puede parecer a muchos una exageración, pero obedece al más elemental sentido común. Véase. En los tiempos que corren el mayor enemigo de los ciudadanos libres e iguales es la tribu. Hay que combatirla despiadadamente. La tribu es inseparable de su jerigonza propia y para eliminar y a fin de cuentas extirpar la tribu del hombre civilizado hay que eliminar las jerigonzas menores y sólo dejar sobrevivir, por ahora, las más poderosas (hasta alcanzar el ideal: una sola jerigonza para todos). Durante un tiempo las tribus fueron necesarias la tribu griega o la tribu romana por ejemplo o la tribu británica, pero una vez creado por la fuerza civilizatoria el ciudadano libre e igual, las tribus son una perniciosa potala. Una vez creado el ciudadano libre e igual ¿qué utilidad puede tener el hombre tribal para la especie?

El ciudadano libre e igual debe imponerse cueste lo que cueste y eliminar al hombre tribal y no cejar ni descansar en el empeño de convertirse en ciudadano planetario. En ciudadano terrícola. Y una vez conseguido esto podremos dedicarnos a vencer la muerte, el único propósito que otorga sentido a nuestra especie.

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Viernes, 31 de agosto de 2018

Saben ustedes que creo que las jerigonzas menores deben desaparecer lo antes posible por el bien de la especie. Pero. También creo que durante ese proceso de desaparición, que ojalá sea rápido, sería saludable que aprovecháramos algunas palabras de esas jerigonzas menores. Por ejemplo, la palabra sargantana, de la jerigonza catalana. Lagartija es una palabra que me encanta pero sargantana también es una palabra formidable, así que, ¿por qué no enriquecer la jerigonza española todo lo que se pueda? Que los que hablen español usen también la palabra sargantana para decir lagartija. A mí me parece razonable. Y la usaré para decir lagartija de ahora en lo adelante cuando me plazca o, por razones rítmicas de mi escritura, me venga bien. Claro que hay jerigonzas menores de las que no hay nada que aprovechar así el vasco que más que una jerigonza es una suerte de encadenamiento de chirridos guturales.

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Jueves, 30 de agosto de 2018

Hablan dos amantes quiero decir que se aman y la mujer no entiende que cuando se ama siempre los que aman deben, llegado el caso, defender al amado; aún cuando no tenga razón. Si no tiene razón, no. Dice ella. Sobre todo cuando no tiene razón, dice él. Los amados son una unidad unipolar y es lo grandioso del amar y de amar y de ser amado que se puede tener un lugar donde uno está seguro sin estar solo como en uno mismo. No es verdad que los que se aman pertenezcan a ninguna otra comunidad, ellos son la comunidad y más allá de ellos no hay nada.

Allá fuera no hay nada.

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Miércoles, 29 de agosto de 2018

Y ya que el presidente Sánchez ha ido a Chile a reverenciar a Allende, tengo que decir que consideré una estupenda noticia que le pegaran unos tiros. Dicen que lo mató un cubano de su escolta. Pero da igual, si se suicidó o lo suicidaron, el caso es que salimos de él. Yo cuando eso estaba en la pavorosa y suspiré aliviado. Un lameculos de Castro menos, me dije. Magnífico, me dije. Y lo dije, claro, en voz baja y sin levantar el lomo del surco. Quería para los chilenos lo mismo que tenemos nosotros, me dije allá, en algún campo de trabajo forzado, en algún cañaveral, esperando en alguna inmensa cola. Quería convertir Chile en esto, me dije. Qué bien que alguien se lo impidió.

Después, me tocó construir casas para los chilenos de Allende, que salieron huyendo como conejos cuando cayó Allende. En unas brigadas proletarias, bajo un sol infernal, cargando ladrillos y batiendo cemento construía casas para los chilenos. Las construía, hambriento y vigilado. Para los chilenos. ¿Adónde iban a ir los chilenos sino a la isla pavorosa donde los entrenaron y los armaron? Y yo de constructor de casas para los cabrones chilenos.

Conocí a uno de ellos. Mitad guerrillero mitad terrorista, se vanagloriaba de haber matado (siempre decía ajusticiado) a burgueses, de haber asaltado bancos y el dinero para los Castro, para la Revolución Continental, naturalmente. La primera vez que vi un desodorante (mis pobres sobacos solo conocían el bicarbonato con alcohol) fue en esa nueva casa que construí yo y otros esclavos como yo para el terrorista chileno. Su mujer era amiga mía y le pedí permiso para bañarme un día en que no estaba el terrorista, que andaría en alguna misión, en algún bandidaje internacionalista. A veces me invitaba a comer mi amiga y yo volvía porque tenían ducha y compraban en la tienda especial para extranjeros y allí, en la casa del chileno y mi amiga, se comía, no se pasaba hambre como en mi destartalada casa donde raspábamos el moho (verde) que le salía al pan duro y lo tostábamos y le poníamos azúcar y esa era la cena.

Muy buena gente mi amiga. Pero un día me cansé de las gilipolleces de aquel gilipollas asesino y nos dijimos algunas cosas y mi amiga me dijo que el héroe chileno no me quería ver más en su casa. Es un tipo peligroso. Añadió. Así que no volví a la casa de mi amiga y esa fue la última vez que me pude duchar en Cuba y la última vez que visité a mi amiga.

Y eso es todo lo que tengo que decir del puto Allende.

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Martes, 28 de agosto de 2018

Málaga (5)

Cala de Vélez está muy cerca de Málaga y allí a la entrada del puerto está Chinchín Puerto. Paseamos hasta el lugar en la noche acicalada y baja y ya fresca a esa hora y nos sentamos en la terraza. Qué puedo decirles. Nos trajeron calamarcitos con su tinta dentro y cuando los mordíamos estallaban como luminarias. Nos trajeron raya y unos camarones pequeños y traslúcidos y su aroma abisal. Nos trajeron bacalao frito, delicadísimo. Nos trajeron unas mini hamburguesas acuáticas y unas cervezas de pueblo pero la cerveza es lo único que me gusta del pueblo, así qué. Nos trajeron croquetas de chopitos y de salmonete y a medida que se acercaba la medianoche se abarrotaba el lugar y ascendía como una vaharada de alegría hasta el cielo.

Y al regreso no sé si fue porque había bebido demasiado pero pude ver con enorme claridad las costuras de la noche y de la tierra y las costuras del mar.

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Lunes, 27 de agosto de 2018

Málaga (4)

Como no pude traer al libro de Montefiore (gordísimo) estoy leyendo (otra vez) el de Chinua Achebe. De Achebe se dice que es el padre de la literatura africana (yo creo que es Amos Tutuola) y que si esto y que si lo otro y le dieron muchos premios. Creo que los escritores que reciben muchos premios están acabados, pero ese es otro asunto. Voy leyendo a Achebe y no salgo de mi asombro. Su libro es una apología (amena, excelente) del oscurantismo, el salvajismo, la ignorancia y la barbarie autóctona. La cultura africana, las tradiciones africanas, la identidad africana, ay.

En el mundo de la novela de Achebe, destruido por los colonialistas europeos, las esposas (ojo al plural) son esclavas del marido que las muele a palos por cualquier cosa. Los niños gemelos traen mala suerte así que cuando nacen gemelos se coge a uno de los recién nacidos se le mete en una cazuela de barro y se les abandona en la selva. El personaje principal que es un notable de la aldea por su fuerza física, tiene una colección de cabezas de enemigos, en una de las cuales adecuadamente vaciada, bebe vino de palma.

Por otro lado, Achebe es producto de esa colonización que denuncia, toda su educación se la proporcionaron los colonizadores ingleses. Escribe en inglés, lo que hizo posible el éxito, la fortuna, y el prestigio de los que disfrutó en vida. Su africanismo no le dio por escribir en igbo o cualquier otra jerigonza nigeriana. El libro está encabezado por un prólogo atroz de Marta Sofía López, de la Universidad de León. No hay un tópico, no hay un prejuicio no hay una tontería progre que la profesora López no repita como un loro.

Por cierto, el libro de Achebe no es superior ( y es posterior) a los Cuentos negros de Cuba de Lydia Cabrera, pero Lydia era blanca y cubana y de derechas, así que nadie la conoce.

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Domingo, 26 de agosto de 2018

Málaga (3)

Si tenemos que huir alguna vez de Cataluña finalmente cubanizada, vendremos a Málaga. Qué ciudad acogedora y hermosa y luminosa. Las camareras son tan gentiles que le entran ganas a uno de hacerles una mamada (así los camareros). ¿Qué otra ciudad provoca semejante estallido de generosidad sexual? Ninguna. Desde la cima de la Alcazaba la contemplo y me voy diciendo estas cosas sentado en el patio de los rosales y de la fuente mora. De cuando los moros eran parte de la Civilización y hacían contundentes aportes al Progreso y a la Civilización. Pero eso ya pasó. Dios ganó la partida y los mandó a la oscuridad de Dios. Corre una brisa suave y feliz. No hay nubes. Y allí sentado me digo nunca huiremos de Cataluña porque estoy cansado de huir fundamentalmente pero también porque siempre ha de haber alguien dispuesto a subir con el hereje a la hoguera, y siempre ha de haber alguien que en medio de la cobarde y estúpida manada diga No.

Hay que decir No. La Libertad y la Civilización dependen de los que dicen No.

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Sábado, 25 de agosto de 2018

Málaga (2)

Ya sé por qué querías venir, para enfurecerte, ese es tu alimento. Dice. Y es verdad. Nadie me conoce como ella. Al cuarto o quinto retrato de Stalin y sus asesinos pero sobre todo de Stalin la rabia me invade y siento esa sensación tan positiva que siento cuando la rabia me invade. Estamos en el Museo Ruso de Málaga (¡y cuán ruso, hasta el que cobra la entrada es ruso!) y la exposición se hace llamar Radiante Porvenir, pero no es más que una apología del stalinismo y hay que preguntarse, y Ramón, que me acompaña, se lo pregunta enseguida ¿sería posible una exhibición como esta sobre el arte nazi aquí en Málaga o en cualquier otra ciudad española? No sería posible, concordamos.

Por otro lado, la exhibición es mala. La hechura de las obras de un virtuosismo rumiante, pintura de profesores y de criados no de creadores. Los logros del arte verdadero son siempre estéticos, nunca artesanales. No hay un sólo gramo de creación ni de originalidad ni de arte en todas estas salas repletas de esculturas y de cuadros enormes dedicados a exaltar al asesino Stalin y al asesino Lenin y a la Unión Soviética, estado totalitario y además estado de una vulgaridad monstruosa, esa vulgaridad característica del comunismo es decir de la miseria (la dignidad de la pobreza es un cuento de gente que nunca ha sido pobre) y de la falta de libertad. ¡Y yo leyendo a Simon Sebag Montefiore!

Por suerte del museo nos vamos a comer al chiringuito de la playa y al comer y beber esplendores la vida recobra rápidamente su esplendor.

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Viernes, 24 de agosto de 2018

Málaga (1)

Hablo con María Elvira y Ramón en un chiringuito de Málaga, comiendo fabulosamente, sobre el papel siniestro de la intelligentsia europea en la decadencia moral e ideológica de Europa. La luz es tan perfecta que cruje. Le digo que es muy significativo que una cohorte de asesinos (comunistas) haya sido y siga siendo la guía moral de la intelectualidad (y de la juventud europea). Y esto me lleva al amigo Girauta. Dice Girauta en una entrevista guay y con colorines de esas que hace el periódico estos días, que se hizo maoísta a los quince años para divertirse y para ligar. Girauta dice quince años como si eso lo disculpara de algo, pero eso no lo disculpa de nada. Había juventudes nazis de quince años y nadie las disculpa. ¿Por qué habríamos de disculpar a Girauta? Ser maoísta a cualquier edad es apoyar (y colaborar con el blanqueamiento) de unos genocidas. Es la misma bajeza que si yo dijera que me metí a comunista en Cuba con quince años para sobrevivir, poder estudiar, o para que me dieran una beca o para follar porque se follaba más siendo comunista: un divertimento. Ya. Pero. Estaban fusilando.

A mí todo ese asunto de la superioridad moral de la Izquierda y de la impunidad bailable y hasta follable con que se apoyó a genocidas de izquierda me parece una frivolidad siniestra y además me parece una depravación por la que hay que sentir, al menos, cierto escozor moral.

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Domingo, 19 de agosto de 2018

Hoy al amanecer he recordado la última vez que vi a Lydia Cabrera. Había dejado su apartamento en Coral Gables (María Teresa había muerto y a Lydia le costaba cada vez más valerse por sí misma) y se había mudado con la profesora Isabel Castellanos que la cuidó con devoción hasta el final. Isabel vivía en uno de esos barrios vallados apacibles y arbolados que eran por aquella época relativamente nuevos en Miami. Cuando llegué, Isabel me dijo que nuestra amiga estaba bien, pero que se apagaba. Encontré a Lydia en la cama, donde pasaba la mayor parte del tiempo, delgada y débil pero lúcida y los ojos tan extensos como siempre y sus manos venosas y manchadas y su sonrisa de quien ya sabe. En las paredes el retrato de su amada María Teresa y sus piedras pintadas sobre una mesilla. La habitación era agradable y confortable y el aire verde. Me senté al borde de la cama un momento y me dio su mano y nos dijimos frases de ocasión, supongo, la verdad es que no recuerdo lo que hablamos. Recuerdo eso sí su voz raspada y burlona al fondo donde importa su voz que ahora escucho.

Yo la quería.

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