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Miércoles, 5 de noviembre de 2025

Los cubanos y hasta ex cubanos como yo (la cubanidad deja taras) suelen decir por variados motivos: ¡me cago en la pinga! Lo que confirma mi teoría sobre la mariconidad cultural e idiosincrática de los cubanos, porque sólo hay una manera de cagarse en una pinga (aquí polla).

Y cada vez que digo ¡me cago en la pinga! por un motivo u otro, pienso en cómo esa mariconidad definió el destino de la isla pavorosa y facilitó el triunfo y la permanencia infinita del castrismo. Esa mariconidad predispuso a la adoración del Gran Macho a los cubanos.

Honorable excepción, los que tomaron las armas para enfrentarse al Gran Macho, ante ellos respetuoso me inclino.

En los primeros años de la llamada Revolución, todos los cubanos (hombres y mujeres), deseaban ardientemente ser penetrados por el Gran Macho Fidel. Y vaya si los penetró (a unos más que otros, es verdad); tanto los penetró y tan expertamente que más de medio siglo después y muerto el gran penetrador aún los cubanos veneran en un rojo rinconcito de sus corazones la llamada Revolución del Gran Macho. Y esto es especialmente notable en el caso de los intelectuales hijos de la Revolución, el llamado Hombre Nuevo Cubano, en quienes el ardor anal y cerebral por el Gran Macho, aún, tantos años después, no se ha extinguido, late fielmente.

Y esta impronta anal y cerebral es lo que los lleva a apoyar al comunista Mamdani, que acaba de ganar la alcaldía de NY. ¿Vuelven a sentir el añorado escozor de la mariconidad castrista gracias a Mamdani?

Creo que sí.

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© Juan Abreu, 2006-2019