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Lunes, 15 de septiembre de 2025
Ayer domingo nuestro primer Espada sacó a pasear al enfermo mental: lo aireó por los asesinato de Charlie Kirk e Iryna Zarutska, ésta última a manos de un negro racista en un tren en Charlotte, Carolina del Norte. Un asesinato racista. Lo prueba el hecho de que los negros que acompañaban en el vagón a la muchacha blanca asesinada salieron incólumes, ilesos. Nunca se sintieron amenazados. La joven Iryna murió porque tenía la piel blanca, los ojos azules y el pelo rubio.
Me llamó la atención que nuestro primer Espada ignorara el mensaje más significativo de Robinson, porque no es el casquillo Bella Ciao quien define al personaje y su acto, es el casquillo: ¡Oye, fascista! ¡Atrápala! Robinson no mató a Kirk porque fuera un enfermito o un “chico Nexflix”, lo mató porque odiaba sus opiniones conservadoras. ¡Odio al facha! ¡Cacemos al facha! Izquierdismo de toda la vida.
Que Robinson fuera buen estudiante, una persona inteligente y que perteneciera a una familia más o menos normal (según estándares norteamericanos), no alimenta la teoría del loquito, todo lo contrario, ratifica que el asesino actuó por odio ideológico y woke, su pareja es un transexual, un hombre “convertido” en mujer; y aquí viene la pregunta crucial que me hago: ¿ya se había cortado el pito?. Porque si aún lo conserva, cabe la posibilidad de que lo que llevó a Robinson al fusil y al techo de la universidad no fuese Nexflix sino su desmesurada afición al pito de su pareja.
Oh Bella Ciao, Ciao Ciao…
