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Jueves, 17 de julio de 2025
Detesto la cosa cubana pero no puedo escapar de ella, aunque algo has conseguido no exageres abreu. Así que hago un alto en mi lectura de Robin Lane Fox (ah, si la pavorosa hubiese producido al menos un historiador así) y me pongo a leer La invención de Lorenzo García Vega, de Duanel Díaz Infante. Conocí a García Vega en Miami y me pareció un hombre resentido, envidioso, agrio, retorcido y mezquino. Un hombre convencido de que el mundo le debía algo; a su edad y ni siquiera había aprendido que el mundo no le debe nada a nadie.
Pobre hombre, me decía siempre que me lo encontraba, en los años que viví en Miami. Carlos Victoria lo admiraba y yo me divertía burlándome de García Vega para picar a Carlos. La obra de García Vega siempre me ha parecido una excrecencia menor del gran Lezama. Se benefició de la cercanía del Maestro, pero dada la naturaleza rastrera del alumno, nunca se lo perdonó.Trató de menoscabar a su mentor, retorció su escritura hasta extremos ridículos. Y al final su empeño por tener un estilo, terminó por devorarlo. Nunca se enteró de que un estilo sin un gran genio dentro es sólo una carcasa desolada.
Compré el libro de Díaz Infante porque me atrajo el título, me dije, a ver si alguien al fin dice la verdad sobre este escritor sobrevalorado hasta lo grotesco. Le leído 133 páginas y no es lo que yo esperaba, pero es lo más objetivo que he leído sobre el personaje García Vega. El más objetivo. El menos fantasioso.
Lo que García Vega decía de Lydia Cabrera, consignado por Díaz Infante en su libro, me ha provocado cierto malestar. Conocí a Lydia y amén de su inmenso talento como escritora, era una mujer llena de grandeza. Algo que se echa mucho de menos entre escritores cubanos. Véase al autor de Espirales del Cuje.
Qué tipo tan miserable García Vega.
