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Domingo, 1 de junio de 2005

El problema con Dios es que nunca aparece, sobre todo cuando se le necesita, si Dios apareciera cuando se le convoca y fuera verdaderamente un padre amoroso otro gallo cantaría, como se dice en popular. Y el canto de ese gallo sería maravilloso lo sé porque mi trilogía El gen de Dios describe precisamente un mundo donde un Dios real y verdadero ofrece una atención personalizada como se dice ahora a cada uno de sus hijos y su amor por ellos llega a tal nivel de perfección que ha erradicado la Muerte y el Mal, que es lo que se espera de un Dios en el que valga la pena creer y al que valga la pena amar. He recordado esto, intentando comprender el papel que tendrá en el futuro la IA y me parece evidente que su papel será el de ese Dios que siempre hemos añorado y que nunca ha hecho acto de presencia.

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