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Martes, 23 de mayo de 2023

Ayer vimos Into de Wild, una película muy bien actuada y decentemente filmada. Trata de la vida de Christopher McCandless, un muchacho que lo abandonó todo para irse a vivir en la naturaleza salvaje. Consiguió sobrevivir un tiempo. Al morir tenía 24 años. Se conocen, más o menos, sus peripecias porque escribió una especie de diario. Su obsesión era llegar a Alaska. Lo consiguió. Vivió allí un tiempo. Hasta que, atrapado en una zona remota e impedido de regresar a la civilización a causa de la crecida de un río, el hambre lo obligó a consumir hierbas y raíces. Con tan mala fortuna, que una de las raíces con las que intentó paliar el hambre, era venenosa. Pero. ¿Creen ustedes que murió rápidamente? No. La siniestra Naturaleza tenía sus planes. Había diseñado una planta cuyas semillas contenían una toxina venenosa, pero que no mataba de inmediato, en cambio, paralizaba el sistema digestivo humano. Así que nuestro amante de la Naturaleza, que quería vivir abrazado a ella, lejos de la sociedad humana, agonizó lentamente y murió de inanición. A eso llamo yo sofisticación asesina.

Pobre muchacho.

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© Juan Abreu, 2006-2019