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Viernes, 16 de diciembre de 2022

España está en pleno proceso de desmantelamiento y la cosa no tiene remedio. El problema no es el enemigo, los malos, como suele suceder, sino los buenos. Son demasiado torpes, demasiado lentos, demasiado ciudadanos, demasiado culogordos y demasiado cobardes para triunfar sobre fuerzas decididas, ideológicamente muy motivadas, y carentes de escrúpulos, como suelen ser las de izquierdas. El plan está bien trazado y obedece a la ambición de Sánchez, es verdad, pero se tiende a subestimar su sintonía ideológica con los comunistas, los golpistas catalanes y vascos, los populistas chavistas y en resumen con la delincuencia izquierdista de nueva ola (es un decir, en Cuba lleva gobernando más de sesenta años).

España es el lugar ideal para poner en práctica el plan sanchista de toma del poder sin violencia (armada; la violencia callejera e institucional es parte fundamental del plan), y establecimiento de una república populista de izquierdas. En primer lugar, por las taras tribales españolas: en España todos son algo antes que españoles. En segundo, por la degeneración mental y moral de los votantes españoles que son, mayoritariamente, de izquierdas.

No tiene remedio, decía. Desde la Ley y el Orden y desde la Civilización no es posible ganar a las hordas bárbaras, que es lo que encarnan las izquierdas, los nacionalracistas catalanes y vascos y la invasión castro chavista del populismo analfabeto. No tiene remedio, repito, porque la única forma de parar el horror que se avecina es el uso de la fuerza del llamado Estado de Derecho. Y, seamos honestos, nadie la usará. Falta cerebro, falta arrojo, y faltan huevos (lugar común).

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© Juan Abreu, 2006-2019