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Lunes, 26 de septiembre de 2022

Hace poco ha muerto el cineasta Jean-Luc Godard. Cuando era muy joven iba a la Cinemateca en La Habana a ver ciclos de Godard. Salía de allí admirado. Pero. No tenía que ver nada mi admiración, creo, con la obra de Godard. Tenía que ver con que, de joven, yo quería ser intelectual y artista y me dejaba impresionar por intelectualidades y artistajes mientras más crípticos y pretenciosos, mejor. Aún no había leído a Bernhard (ver más significa huir más lejos) ni a Léautaud (odio a Rodin, la gente barbuda me asquea profundamente) ni a Casanova (lo único que quiero es ir hacia adelante, hasta que encuentre la libertad o la muerte) ni a Rabelais (¿no es donosura morir con la picha dura?). Hasta que no se ha leído a los Maestros se es muy burro naturalmente.

Pero lo que quería anotar aquí es que releyendo a Alain Finkielkraut (algo que hay que hacer con frecuencia) encuentro esta declaración de Godard: “Los atentados suicidas de los palestinos, para conseguir que exista un Estado palestino, se parecen, a fin de cuentas, a lo que hicieron los judíos al dejarse llevar como corderos y exterminar en las cámaras de gas, sacrificándose así para conseguir que existiera el Estado de Israel”.

Es decir que Godard amén de cineasta era un gran canalla y un absoluto hijo de puta.

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© Juan Abreu, 2006-2019