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Martes, 7 de junio de 2022

Mis perritos son cada día que pasa más inteligentes y amorosos al contrario de los seres humanos que cada día que pasa son más brutos y desagradables. Nunca se sabe qué esperar de un ser humano. Su destino más común y habitual es la hipocresía y el lloriqueo cobarde. Y hablando de perritos, a mi perrito negro le ha dado por subirse a la mesa del salón, que es de madera fresca y desde allí puede ver el jardín y mantener a las urracas a raya. A una urraca más o menos la tolera, pero en cuanto aterrizan dos o tres sale como un bólido a espantarlas. Es su territorio qué les puedo decir. Y comentarles además que se va infantilizando quiere que lo carguen como a un niño (sin los problemas de los niños) y lo hago con enorme placer. Si no hubiera ninguna otra razón para quererlo este enorme placer que me produce ¿no es suficiente razón?

La razón epicúrea es siempre la mayor razón.

Y. En otro orden de cosas (como dicen los literatos) hablo con una buena (en todos los sentidos) amiga al que un novio ha dejado mediante un mensaje en el teléfono, no la llamo para consolarla sino para felicitarla porque al fin se ha librado de ese imbécil.

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© Juan Abreu, 2006-2019