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Martes, 3 de mayo de 2022

Lo más importante (desde un punto de vista estético, moral y civilizatorio) que sucedió ayer en España fue el vestido rosa de la señora Ayuso. Quiero decir la señora Ayuso dentro de ese vestido. La señora Ayuso dentro de ese vestido es la Ilustración (con perdón de nuestro primer Espada). ¡Y la mejor parte! Porque la Ilustración y su meollo intestinal, la Revolución Francesa, tiene su lado fáctico fétido y siniestro.

Yo siempre he lamentado que Napoleón, que era muy joven, no estuviese al frente de la defensa de las Tullerías, cuando las turbas capturaron a Luis XVI y a María Antonieta. Pero. Se hallaba en una planicie a orillas del Sena, desde donde contempló la histórica escena. Y exclamó, según los historiadores: “¡Qué locura! ¿Cómo permitieron la entrada a esa gentuza? ¿Por qué no barrieron a cuatrocientos o quinientos a cañonazos? Así el resto se hubiera esfumado rápidamente”. ¡Hasta la Revolución Francesa y su montaña de crímenes y salvajadas (que han inspirado tantos crímenes y salvajadas totalitarias) se hubiera esfumado rápidamente!

Pero lo que decía, ese vestido rosa y su contenido fueron ayer la Ilustración. Yo los miré esperanzado, y pensé que tal vez haya suerte en esta ocasión y (teniendo en cuenta nuestros tiempos) esa mujer sea la encargada de impedir el avance de la gentuza que ya (la Historia se repite pavorosamente) se alza otra vez.

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© Juan Abreu, 2006-2019