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Martes, 25 de enero de 2022

“A Dionisio se le identificaba con los líquidos: la sangre, la esperma, la leche, el vino. Lo dionisíaco es la secreción, la fluidificación telúrica de la naturaleza. Apolo, por otro lado, da forma, moldea, diferenciando un ser de otro. Todos los artefactos son apolíneos. La confusión y la unión son dionisíacas; la separación y la individuación, apolíneas. El muchacho que deja a su madre para hacerse hombre enfrenta lo apolíneo a lo dionisíaco. El artista que se siente obligado para con su arte, que necesita crear palabras o imágenes como otros necesitan respirar, está utilizando lo apolíneo para vencer a la naturaleza ctónica. En el sexo, los hombres tienden a mediar entre Apolo y Dionisio. Sexualmente, la mujer puede ser oblicua, opaca, puede experimentar placer sin tumulto ni conflicto. La mujer es un témenos de sus propios misterios oscuros. Genitalmente, el hombre posee esa cosita que tiene que estar metiendo continuamente en la disolución dionisíaca: ¡peligroso asunto! Hacer cosas, preservar las cosas, son actividades centrales de la experiencia masculina. El hombre es fetichista. Sin sus fetiches, la mujer volvería a tragárselo sin más”.

Vuelvo a Paglia, hay que volver una y otra vez a Paglia.

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© Juan Abreu, 2006-2019