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Miércoles, 19 de enero de 2021

Hace frío. Le pongo el arreo a los perros. A lo que llevo puesto, una camiseta de mangas cortas, una de mangas largas y una sudadera que traje de Miami hace años, añado un chaleco relleno de plumas, un abrigo grueso con interior de lana, una bufanda de casimir que dicen que abriga mucho, un gorro que me cubre hasta las orejas, y guantes. Todos los trapos de rigor. Salgo, y el primer aire que respiro me congela la laringe, la tráquea, los bronquios, los bronquiolos y los alvéolos. Doy varios pasos, bajo la escalera, alcanzo la puerta exterior, ya estoy en la calle. Tengo la sensación de que la nariz se me caerá en cualquier momento. La gente de aquí, de toda Europa, debe tener genes de morsa o de bacalao antártico. Good for them. Siento como se me entumecen los dedos de las manos y los pies. Oigo un crujido. Creo que se me han partido las pestañas. Me tapo la cara con las manos enguantadas y avanzo casi a ciegas. El mundo es inhabitable bien decía Reinaldo.

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© Juan Abreu, 2006-2019