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Martes, 11 de enero de 2022

Si algo está claro en el bruto, ruin y, digámoslo, putrefacto, escenario político español, es que el único nacionalismo que es anatema, que ha de ser condenado y perseguido, es el nacionalismo español. El corrupto, racista, nacionalismo catalán, el racista y asesino nacionalismo vasco, el nacionalismo valenciano, balear o gallego, por sólo mencionar algunos, son perfectamente aceptables, tolerables, financiables y democráticos. Se puede, incluso, gobernar con ellos. Se puede gobernar con un etarra, con un castrista, con un chavista, con un comunista, con un racista, pero no con un españolista. Es una situación singular.

Dudo que exista a estas alturas solución para la decadencia moral y política española. Pero una cosa sí me parece evidente. Ningún votante al que quede algo de vergüenza (o de sentido común), debería votar por partidos que no propongan de forma clara y abierta ilegalizar al partido Bildu y desmantelar el balcánico régimen autonómico. Los partidos políticos que no planteen esas imprescindibles medidas, sólo están jugando el mismo juego politiquero y corrupto que ha jugado la política española durante los últimos cuarenta años. Y ya saben ustedes dónde nos ha llevado ese juego: nos ha llevado hasta Otegui hombre de paz.

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© Juan Abreu, 2006-2019