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Miércoles, 10 de noviembre de 2021

Veo que unos bolivianos un día señalado de los muertos o así, sacan las calaveras de sus seres queridos (sí, guardan las calaveras en sus casas o en un nicho accesible en el camposanto) y les dan de comer, de fumar y de beber y las engalanan de muy diverso modo y las pasean en una especie de procesión; son muy milagrosas, dicen, y alzan la cabeza al Cielo y a Dios. Llenos de Fe. Una entrevistada dice mi tiíta es muy milagrosa me concede lo que le pido y muestra la calavera de la tía con su peluca y todo. A ellos, nuestros difuntos, confiamos nuestro futuro, añade. Así les va. Pero lo mejor es el tono de la señorita (es un decir) de la tv que hace el reportaje, los ditirambos a la crema que va soltando qué cosa cultural qué belleza amorosa qué autóctona sentimentalidad qué emoción, clama la señorita ante el grotesco espectáculo. Y yo, mientras, voy pensando qué horror qué salvajismo cuánta ignorancia, para lo que ha quedado el periodismo, para embrutecer más a la gente para sumirlas aún más en el oscurantismo la superstición religiosa y para cantar loas a su atraso.

Y, al hilo, no sería honesto si no dijera aquí que esta carta tiene para mí un tufo obsceno.

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© Juan Abreu, 2006-2019