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Lunes, 25 de octubre de 2021

Los historiadores franceses del siglo XIX hicieron un análisis de las aportaciones femeninas y no resultó precisamente favorable a la inmersión de las mujeres en la esfera política. El divorcio de Alienor de Aquitania (gran sacerdotisa del amor cortés e ídolo de las feministas modernas) de Luis VII y su nuevo matrimonio con un Plantagenet es el origen de la guerra de los Cien Años; Catalina de Médicis convence a su hijo Carlos IX para que lance contra los protestantes a los asesinos de la matanza de San Bartolomé; Madame de Maintenon empuja a su querido Luis XIV por los caminos de la beateria, de la revocación del edicto de Nantes y de las persecuciones de los protestantes; la marquesa de Pompadour idea el gran vuelco de alianzas con Austria que conduce a Luis XV a la catástrofe de la guerra de los Siete Años y del tratado de 1763 por el que perdemos nuestras conquistas en la India y el Canadá; sin olvidar , por supuesto, la influencia deletérea de María Antonieta, que lleva a Luis XVI por los peligrosos derroteros de la traición y de la guillotina.

Esta historia encarna por última vez en Ivonne de Gaulle. Ferviente católica, discreta hasta difuminarse, admiradora de su gran hombre hasta la devoción, parece encarnar los valores femeninos tal y como los soñaba la sociedad del siglo XIX salida de la Revolución Francesa. Se dijo durante mucho tiempo que había impedido que Olivier Guichard fuera ministro porque estaba liado con una mujer casada – ¡con otro ministro, por cierto! El rumor era falso. Pero dice mucho acerca del mundo que encarnaba “mamá Yvonne”. Y no es casualidad. Tal y como escribe Philippe Muray en Histories: “Es en mayo del 68 cuando truena por última vez la voz del padre (la de de Gaulle)… Después vendrá el tiempo de los papás empujando el cochecito”.

Hay que leer a Zemmour.

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