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Miércoles, 13 de octubre de 2021

Hablo con mis verduleras y les anuncio, casi al irme cargado de mandarinas, que tal vez dejen de verme por un tiempo; ¿te vas de viaje? me preguntan y no, les digo, estaré en la cárcel, con la nueva ley de miradas lascivas no creo que permanezca en libertad mucho tiempo, y mientras sueltan sus vivíficas risotadas trato de convencerlas de que no es cosa de gracia que se trata de un asunto muy serio, que ¡yo sólo miro a las mujeres de forma lasciva, no creo que exista otra forma de mirarlas, que mi vida de hombre libre y viril está llegando a su fin. Pero ellas no paran de reír. Ya ni mis verduleras me toman en serio.

Y. Otra cosa. Mientras preparo el desayuno, a veces, veo el programa rosa de Ana Rosa Volcán (se ha cambiado el apellido, me informan). Y allí me encuentro con un reportaje sobre el turismo, cómo se va recuperando y eso, dicen, y ponen una escena de playa y pixelan a una mujer que toma el sol toples en tetas se entiende ¡le pixelan las tetas!, no lo podía creer la mujer tomaba el sol en la playa por los motivos que fuera en tetas y Ana Rosa Volcán y su programa deciden que hay que pixelarle las tetas a la mujer porque (supongo) provocan miradas lascivas, enervaban al macho sucio y criminal que todos llevamos dentro y lo induce al pecado (¿suena algo musulmán, o son cosas mías?) de la carne. Siglos de libertad, progreso e Ilustración y Ana Rosa Volcán y su televisión los echan por tierra en diez segundos.

La Libertad demora siglos en establecerse pero basta un imbécil un cobarde un matón o un puñado de asesinos para sumirnos otra vez en las tinieblas.

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© Juan Abreu, 2006-2019