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Miércoles, 6 de octubre de 2021

Pienso a veces que con el 155 de mierda de Rajoy se perdió una ocasión única, quizás la última, de derrotar a las fuerzas antiespañolas no sólo en Cataluña, en toda España. Con un 155 firme y sobre todo duradero (cinco años como mínimo) hubiera comenzado el imprescindible proceso de recentralización del poder español es decir el proceso que devuelva la igualdad y la libertad a los ciudadanos españoles. Qué formidable mensaje se hubiera enviado a las tribus vasca, gallega, balear, valenciana, etcétera. Pero Rajoy era un hombre indigno del cargo, un hombre pusilánime, timorato, un político de andar por casa, de cerebro pantufla, un ignorante un lameculos profesional del PNV (el mayor enemigo de los españoles libres e iguales) un iletrado y un personaje intelectualmente inexistente. Cierto es que, en el momento decisivo, le faltó el apoyo de Albert Rivera que, oportunista, fofo, y corto de miras, optó por unas elecciones que mejoraran sus resultados electorales en Cataluña. Era el momento de plantar cara al enemigo, pero los que estaban obligados a defender a los españoles libres e iguales, prefirieron la cobarde demagogia socialdemócrata juntos los distintos, prefirieron el iguales sí, pero algunos más iguales que otros, prefirieron el inmoral apaciguamiento y prefirieron la traición.

Y. Ojo. Aquí la palabra traición nada tiene que ver con ridículas referencias patrióticas (a la mierda la Patria). Tiene que ver exclusivamente con la defensa de los ciudadanos españoles libres e iguales. Rajoy, ante la rebelión catalanista, renunció a defender como era su obligación a los ciudadanos españoles libres e iguales. De ahí que sea un traidor.

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© Juan Abreu, 2006-2019