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Martes, 27 de julio de 2021

¿Ven ese pedazo de plástico rojo? Perteneció a una pulsera. La pulsera fue de mi madre, y antes de su abuela Tata. Mi madre la heredó a su muerte. Tata crió a mi madre, que quedó huérfana a los cuatro años. Una vulgar pulsera de plástico, lujo y alegría de gente “pobre de solemnidad”. Esa frase la usaba con frecuencia mi madre “parecemos pobres de solemnidad”. En 1995, en Miami, un automóvil atropelló a nuestra madre, matándola, y la pulsera se rompió en cuatro trozos como cuatro hermanos rotos éramos ya, y quedó sobre el pavimento. Roja. Cada uno de los hijos de la muerta heredó un trozo, y mi hermano mayor ha colocado el suyo en la portada de su teatro reunido como lo que es, el escudo familiar de los Abreu, nuestro blasón. Podría decirles también que en este libro están algunas de las más importantes obras de teatro escritas por un cubano en los últimos cincuenta años. Obras que cambian y dan nuevo vigor y rumbo al teatro cubano. Pero. De lo que quería hablarles hoy es de la pulsera. La pulsera es nuestro canario. Y la muerte aquello en lo que se convierte el mundo cuando no puedes ver a tu madre nunca más.

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© Juan Abreu, 2006-2019