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Martes, 20 de julio de 2021

Me escribe un joven cubano residente en la isla, ha leído mi carta abierta. Comenta el texto con inteligencia y sensatez. Vive oculto, porque la policía ha ido a buscarlo en varias ocasiones para que participe en los mítines de apoyo a la Revolución. El joven, que vive allá, repito, concuerda conmigo en que, desgraciadamente, para sacar a los Castro de su finca hace falta la violencia.

Sin violencia no se conseguirá nada en Cuba, las dictaduras de izquierda no son dictaduras de derecha. La mayor diferencia que veo entre ambas es que a las dictaduras de derecha les importa el país que gobiernan. Franco trajo prosperidad a los españoles y a España, Pinochet trajo prosperidad a los chilenos y a Chile. Matan, es verdad, igual que las dictaduras de izquierda, pero menos. Torturan, secuestran, encarcelan, censuran, violan derechos e imponen sus estupideces patrioteras, nacionalistas, igual que las de izquierda, pero menos. Una diferencia fundamental. Y aún más: duran menos. Las dictaduras de izquierdas no acaban nunca, véase Cuba. Ambos tipos de dictaduras son despreciables, de acuerdo. Pero siempre es preferible el mar menor.

Y. Leyendo el mensaje del muchacho cubano pensé en los izquierdistas que niegan el derecho de los exiliados a reclamar la violencia para derrocar el régimen castrista. Qué inmoralidad, dicen, desde fuera, a salvo, exhortar a un enfrentamiento en el que no participarán. Siempre he pensado que ese es un argumento diseñado y propalado por el DOR (Departamento de Orientación Revolucionaria), por la propia dictadura, para desacreditar a los que en libertad podemos hablar sin miedo contra los criminales. Y decir lo que pensamos. Sin hipocresía. Sin la hipocresía de condenar la violencia desde un país libre, sin sufrir la violencia que padecen a diario, y han padecido durante décadas, los cubanos de la isla. Qué frívola santurronería.

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© Juan Abreu, 2006-2019