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Jueves, 15 de julio de 2021

En mis cuarenta años de exilio he aprendido, en lo referente a Cuba, algunas cosas, pocas, pero valiosas. Que la palabra Revolución y revolucionario son dos palabras asquerosas, así los que las usan al hablar del castrismo. Que los esclavos de los Castro, es decir los cubanos que viven en Cuba, no le interesan al llamado mundo libre y que en esa actitud hay algo profundamente racista. Que los españoles, especialmente los llamados catalanes, son unos puteros de cuidado. Que la izquierda española castrista, casi toda hasta hace poco, merece el más profundo desprecio de parte de cualquier persona decente. Que los que hablan del embargo norteamericano o de diálogo con la dictadura cuando se toca el tema cubano, son unos canallas. Que las pollas y los chochos negros juegan un papel fundamental en las relaciones diplomáticas del castrismo con España. Que los intelectuales españoles son incapaces de abandonar la mirada blanca y colonial cuando hablan de Cuba. Que para derrotar al castrismo hay que matar.

Y que lo demás es complicidad y cháchara.

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© Juan Abreu, 2006-2019