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Miércoles, 31 de marzo de 2021

Fregando ahora mismo miro mis manos son las manos de tirar piedras en el barrio las de robar mangos las manos que lavaba con orine después de coger las monedas de las brujerías al pie de las ceibas y las palmas las manos de la primera leche las manos de agarrar los pájaros destripados y desplumarlos las manos de las ranatoros las manos de las primeras tetas las manos del trabajo en el campo para pagar la educación gratuita las manos del ejército las manos del AK-47 en los manglares bajo la lluvia las manos de los cañaverales y las manos de las letrinas y las barracas las manos del machete de madrugada y las manos del regreso en los camiones rusos por los terraplenes hundidos y en el horizonte los cañaverales en llamas las manos de subirse y bajar de la litera las manos de los libros las manos de trepar y tumbarme en el techo de los barracones las manos de cubrirme el rostro bajo los grandes cielos de la garita las manos de las puertas de hierro del polvorín y las manos de nadar y sumergirme y las manos de leer en la Biblioteca Nacional y las manos de decir adiós y las manos de tocarte las manos en San Alejandro y las manos de alejarme en la popa del camaronero llega un momento en la vida de un hombre en que hay que alejarse y las manos de Key West y de Miami y las de California San Francisco y San José y las manos de raspar y barnizar aquel velero en Oxnard y las manos del Museo de Los Ángeles y las manos de Venecia y de Florencia y Roma y las manos de Londres y París y las de Kioto Praga e Hiroshima y las manos del Templo Dorado de Amritsar del cráter de Ngorongoro y de la isla de Zanzíbar todas esas manos al mirar estas manos de fregar hoy y nadie podrá convencerme de que son todas las mismas manos.

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© Juan Abreu, 2006-2019