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Viernes, 29 de enero de 2021

“Sufro de alergia hacia los escritores de grupo, en su aspecto gremial; cuando los colegas están uno al lado del otro me producen náuseas. Pero, no sé si quedó claro, la palabra escritor en América del Sur suena más estúpidamente que en otras partes, esta profesión nada aquí en una salsa especial, pomposamente ficticia, enfáticamente cordial, rancia y dulzona. Y esa ridiculez que sube como un vaho de los escritores me hace reír”.

“Y el grand guignol propio de mi situación se inflamaba en esos días finales de una manera realmente insólita, a cada momento estallaba alguna excentricidad, en la prensa aparecía cada vez con mayor frecuencia noticias sobre mi genialidad reconocida, triunfante victoriosamente en Europa, y Zdzislaw Bau, que redactaba la crónica social en el Clarín, me hacía publicidad insertando alusiones graciosas sobre bailarinas seducidas por Gombro en los balnearios de moda. ¿Si este rumor llegaba a los salones europeos de Madame Ocampo, qué podrían pensar sus respetables escritores? ¿Llegaba algo a penetrar en su Olimpo? ¿No se sentían acaso como Macbeth al mirar desde el castillo de Dunsinane el bosque verde que se aproximaba?.. En aquel verdor acechaba la farsa, lo salvaje, la anarquía, la mofa, pero todo insuficientemente sazonado, a un nivel inferior (frito y cocido), casi de sótano. Todo anunciaba una diversión formidable, tal como a mí me gustan, desconcertante, desequilibradora, a medio hacer”.

“Nada puede existir en serio porque ya lo otro, lo siguiente, está pisándole los talones”.

Qué grande Gombrowicz.

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© Juan Abreu, 2006-2019