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Sábado, 31 de octubre de 2020

Salimos a pasear por el monte. Ya no hay monte. Hay más gente en el monte que en la Quinta Avenida de NY. En cualquier trillo en medio del monte hay cuatrocientas personas luchando por abrirse paso. Ancianas atortugadas, musculitos, ciclistas, parejas llenas de crías. Mis instintos asesinos afloran enseguida y sueño con minibombas de neutrones. Pasan un par de jovenzuelas de la mano, son de las que piensan se les ve en la cara que por hacer una tortilla (en su acepción cubana) son rebeldes y cambian el mundo y eso. Chorradas. Es sólo una tortilla. El día espléndido eso sí y hasta me quito la camiseta por lo de la vitamina D que dicen que es bueno. En algún momento, creemos estar perdidos en la floresta (Agustín Barrios Mangoré) pero al final nos las arreglamos para regresar al coche. Una hora y cuarenta minutos de paseo. Sobra al menos la mitad de la población del mundo me digo al llegar a casa pero me conformaría con reducir en un cincuenta por ciento la población de Cataluña. Ya ustedes se imaginarán qué mitad. La vida nunca es como debería ser.

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© Juan Abreu, 2006-2019