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Sábado, 10 de octubre de 2020

Leo el auto de la magistrada Lova contra Arcadi Espada. El papel en sí es desaseado y grotesco y refleja de forma clarísima la degeneración de la sociedad española ya colectivizada hasta el asco. Y es reflejo de una sociedad en la que el victimismo se ha profesionalizado y menoscaba la libertad de expresión hasta el delito, de odio. Un ciudadano español ya no es un ser libre e individual es un ente colectivizado. Pocas cosas más bajas y sucias se me ocurren que ser parte de un colectivo.

Delito de odio. Lo que es delito de odio es la ley contra el delito de odio. Un país que tipifique el odio como delito es un país enfermo, en estado de descomposición intelectual. Penalizar un sentimiento es algo totalitario. Sólo los actos admiten castigo. ¿Es tan difícil de entender esto? Si alguien odia a los comunistas, por ejemplo, yo mismo, hago uso de mi libertario y ciudadano derecho a odiar. Sancionar mis sentimientos o mis expresiones al respecto sólo puede ser posible en un país en el que no tienen la menor idea de lo que significa la libertad de expresión. Imponer por ley una moralina hipócrita a la sociedad es imponerle su degradación.

¿Odio? El único odio que se percibe claramente en este asunto es el odio del señor Mejide, el de la magistrada Lova en su injustificado auto y el de la Asociación de abogados cristianos tenían que ser.

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