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Jueves, 8 de octubre de 2020

Para los que nunca seremos adultos para los que siempre seremos niños porque sabemos que la madurez es la antesala de la podredumbre, lo del chocolate en el coño es algo formidable. Un trozo o dos de chocolate de tamaño regular que se introduzcan dentro lo más dentro posible del coño (yo tengo por suerte unos dedos muy largos) justo antes de comenzar a comérselo (el coño) con la mayor delicadeza y olisqueándolo bien primero como estipula el mejor manual sexual jamás escrito provoca que, al mezclarse el chocolate con el sabor propio de las sublimes babas del coño se nos llene la boca de ambrosía esa bebida de los dioses no hay otra forma de describir lo que del coño brota en ese momento.

Y como si fuera por mucho que se lave el coño en cuestión sigue teniendo durante varios días un tenue olor a chocolate y a infancia y lo más importante un olor a salvación ¡quién no ha querido regresar ahí dentro mil veces!

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© Juan Abreu, 2006-2019