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Lunes, 28 de septiembre de 2020

Dejo a Rabelais por unas horas y leo La masa enfurecida, de Douglas Murray. Un libro lúcido, valiente, lleno de aciertos, que recomiendo mucho. Y en la página 332 encuentro esto, que define con la mayor precisión el ataque al que se somete hoy a la sociedad española.

“El objetivo constante de los activistas de la justicia social en relación con cada uno de los asuntos que hemos tratado en este libro– la homosexualidad, las mujeres, la raza, lo trans– ha sido presentarlos como una fuente de agravios y defenderlos de la manera más incendiaria posible. Su deseo no es remediar, sino dividir; no aplacar, sino inflamar; no mitigar, sino incendiar. Una vez más, atisbamos aquí los restos de una subestructura marxista. Si no puedes gobernar una sociedad– o fingir gobernarla, o derrumbarla en el intento de gobernarla-, puedes hacer otras cosas. Puedes elegir una sociedad sensible a sus propios defectos– y, aunque imperfecta, mejor que el resto de las opciones– y sembrar en ella la duda, la división, la discordia y el miedo. Lo principal es hacer que la gente dude de las bondades de su sociedad en general; que dude de si se la trata con justicia; que dude de si existen entidades tales como hombres y mujeres; que dude de casi todo. Hecho esto, puedes presentarte como si tuvieras todas las respuestas: un conjunto imbricado, grandilocuente y omniabarcador de respuestas que restituirán el orden perfecto”.


Después no digan que no sabían.

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