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Miércoles, 9 de septiembre de 2020

Siempre me había intrigado lo de las aguas termales y ahora por fin me entero de su procedencia.

“Poco tiempo después el buen Pantagruel cayó enfermo, y tenía tan afectado el estómago que no podía beber ni comer y, como las desgracias nunca vienen solas, le sobrevinieron unos ardores urinarios que le atormentaban más de lo que podéis imaginar. Pero sus médicos le socorrieron muy bien, pues, con muchas drogas lenitivas y diuréticas le hicieron mear su desgracia. Su orina estaba tan caliente que desde entonces no se ha enfriado; la tenéis en Francia en diversos lugares, según el curso que tomó, a los que se llama aguas termales”.

“Me pasma enormemente el gran montón de locos filósofos y médicos que pierden el tiempo discutiendo sobre el origen del calor de dichas aguas, si es a causa del bórax, del azufre, del alumbre o del salitre que se encuentra en la mina, porque no hacen más que parlotear, y más les valdría ir a restregarse el culo con un cardo que perder su tiempo discutiendo aquello cuyo origen ignoran. Porque la solución es sencilla, y no hay que investigar más, pues los mentados baños están calientes porque provienen de las orinas ardientes del buen Pantagruel”.

Y así llego al Libro Tercero, de los heroicos hechos y dichos del buen Pantagruel. Publicado en 1552 en París, con privilegio del rey. El libro fue inmediatamente censurado y declarado herético por la Sorbona, a pesar del privilegio real. Qué pena que Pantagruel no acabara con todos esos curas y académicos de una buena meada.

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© Juan Abreu, 2006-2019