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Sábado, 29 de agosto de 2020

Cenamos comida japonesa en la terraza como a las nueve el calor ha amainado y huele a lluvia y cervezas japonesas cómo no. En Japón vimos nevar desde un restaurante en la cima de un rascacielos fue uno de los momentos más hermosos de mi vida recuerdo la carne de Kobe y que nos dimos la mano y el mundo se organizó. Me gustaría morir en Japón o al menos que tiraran por allá mis cenizas porque me gusta Japón pero sobre todo por estar (es un decir) lo más lejos posible de la isla pavorosa y sus despreciables habitantes y por joder, mayormente. Y recuerdo también que cruzamos el país en un tren vertiginoso y aquello era la cumbre de la civilización si no han estado en uno de esos trenes no saben lo que es la civilización. El tren nos llevó a Kioto a Osaka y a Hiroshima el lugar donde aquellas bombas salvaron millones de vidas. Bebo un sorbo de cerveza el cielo enrojece hacia el oeste y lo cruza una luz vívida. Un viento fuerte se levanta y agita el olivo y la mata de maravillas. Y cuando en mi cerebro termino de escribir esto comienzan a caer los primeros goterones.

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© Juan Abreu, 2006-2019