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Sábado, 20 de junio de 2020

Decía Gabriel Ferrater que la reticencia de Pla respecto a la intimidad le impidió ser un gran escritor europeo. Creo que tiene razón. Ya he leído más de la mitad de El cuaderno gris y se echa de menos la intimidad del escritor. Pla es un cronista evanescente. No hay carne. Cuando llega ante el muro de la intimidad se tumba debajo de un pino o debajo de una comilona. Es decepcionante. Un escritor no puede vivir del paisajismo, por muy bueno que sea. Pla fue un gran masturbador y un putero, pero pasa por esos ricos territorios a galope y bajo un disfraz de atardeceres rosados y de alcornoques y cigarras. Para no hablar del aire pedófilo de sus encuentros con Adela, la niña del faro. Otro gran territorio inexplorado. Qué desperdicio.

Y luego está lo de la comarca, a medida que avanzo por el libro aparecen con mayor frecuencia soflamas comarcales con sus plumas tribales y todo y lirismos varios sobre la siniestra identidad. Estas cosas me deprimen un poco y le quitan a mis ojos dimensión al libro porque soy un hombre que piensa que el mejor escritor es el que no pertenece el mejor escritor es el que mejor escapa.

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© Juan Abreu, 2006-2019