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Sábado, 6 de junio de 2020_

Comienzo a leer a George Suffert. Y ya en la página cuarenta y ocho comprendo ¡por fin! al intelectual español. Pero cómo no se me había ocurrido. Son un partido. El “partido intelectual” descubierto y descrito por Suffert. Quiero decir la versión española del “partido intelectual” francés que Suffert tan feroz y deliciosamente destripa. Y ahora entiendo con la mayor claridad la vil reacción de los intelctuales españoles ante Solzhenitsyn y otros disidentes fugitivos del comunismo. Una víctima, un rebelde real, como Solzhenitsyn, les recuerda dolorosamente que ellos son sólo víctimas y rebeldes de pacotilla. Comediantes, farsantes. ¡El partido intelectual! Qué gran hallazgo.

“La diferencia de fondo entre los partidos políticos y el partido intelectual consiste en que los primeros tienen que responder de sus actos, y el segundo jamás tiene que responder de los suyos. Los primeros pueden ganar o perder el poder, en tanto que el segundo conserva y ensancha continuamente el suyo. Los primeros dependen en definitiva de la opinión pública, mientras que el segundo asienta su autoridad en el juicio que a él le merecen esa opinión pública y los partidos políticos”.

“Pero por qué el partido intelectual, tan confusamente catalogado, escapa al escalpelo de los sociólogos, a la inquisición que en nuestro tiempo acosa a todos los grupos sociales? Nadie contesta. Pero no hay duda de que si el partido intelectual vive tranquilo es porque está armado. Los intelectuales se han provisto en la democracia liberal, lo mismo que en los regímenes totalitarios, de un arma terrible: la moral. Con ella tienen a la vez el programa y el método del partido. Porque la moral, por definición, escapa a toda crítica, puesto que es la crítica”.

Qué descubrimiento Suffert. Gracias Sergio Campos

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