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Jueves, 7 de mayo de 2020

Hoy se cumplen veinte años del asesinato del periodista José Luis López de Lacalle. Leo el editorial del diario El Mundo. “ETA ha logrado colonizar las instituciones”, dicen. Colonizar. Pero. No han colonizado nada. Es lo que han obtenido, lo que se les ha concedido, lo que les han pagado, negociación mediante, por matar a cientos de López de Lacalle. Muchos asesinos patriotas vascos viven libremente, honrados por los patriotas vascos y por la sociedad vasca que baila ese baile espantoso vasco y pone el nombre de los asesinos a plazas en ciudades de España. Es decir, bailan ese baile espantoso los patriotas vascos sobre las tumbas de los asesinados y sobre la tumba de López de Lacalle. El perdón, claman los políticos españoles. Quieren que los asesinos pidan perdón, para de esa forma calmar sus almitas catoliconas y ocultar bajo una gruesa capa de ungüento buenista la resignación la derrota y la cobardía nacional. Como en la novelita patriotera y vasca de Aramburu, una cartica del asesino es lo que quieren, por favor por favor un mensajito para poder morir en paz, es todo lo que piden todos ya convertidos en personajes de novelita. Condena completa (si te condenan a 175 años tienes que cumplir 175 años) para los asesinos, eso no, ¡pero qué dices! ¡Que se ofenden los neoetarras, que ya casi gobiernan España.

La foto de López de Lacalle derribado a tiros como un animal, por español, se ha convertido en la pieza de muerte que vocea estentórea en el rostro de la sociedad española su vil derrota ante ETA. La sombrilla invertida es en verdad el cuenco donde se acumula y se acumulará inexorablemente la ignominia y la bajeza de los que suplican a los asesinos de López de Lacalle que pidan perdón.

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