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Imitación de Lucas Lírico

INQUILINO DEL KM 000 (XVCIIZ)

Pongo los pies en el suelo. Los dos. Son las 8.34 y 5 segundos. El confinamiento más que encierro es un levitar descascarado de monja azafrán y temblor de cervatillo violado por un leñador que anida su hogaza de pan bajo el brazo. El sobaco es una hermandad cocinada a fuego lento. Uno de los gatos se ha metido en el horno y hoy comeremos gato asado. Eso pasa. Lora abre el horno como quién lee a un Rimbaud condimentado con una pizca subatómica de Petrarca. Pero lo mejor de la incursión del gato en los paisajes troquelados a lo Piranesi del horno, es que ya tengo algo que escribir. Abro el balcón. El balcón es un rumiar de cascabeles huérfanos. Durante las dos horas siguientes me toco las gónadas. Ser de gónadas pequeñas es un gazpacho a lo Lévy-Strauss o un rocín trajeado. Yo lo tengo clarísimo. El tiempo es una sopa de legumbres condimentada con néctar de serpiente agridulce que repta en la panoplia del río de Heráclito. Varicela del niño plural. Cosas que pasan. Leo a Galeano, que dicen que murió enculado por un negro de la policía cubana. Yo qué sé. Esas cosas pasan. Llama Aymá, gran enamorado del Ché. El amor es así. Son las 12.15 y 32 segundos. A esta hora me entran unas vagas ganas vanas de menearme la piruleta. Cosas que pasan. Hasta la panadería a por la hogaza climatérica, ida y vuelta, salen 13 minutos. Cuando regreso, la luz es un saltimbanqui beodo al atravesar el cristal. Apostado en el inodoro como en el lomo de un elefante indio, encuentro esta frase subrayada de Max Aub: “Eso ha sido siempre lo español: rumiar”. Yo sí creo a Fernando Simón. Llama Pérez Reverte, está a punto de tomar por asalto un nido de ametralladoras en Libia. Llamará más tarde. Lo entiendo. Camino tres pasos. Me miro en el espejo y veo un pájaro dodo. Pienso en Kafka. Cosas que pasan. Salgo al balcón. La calle es el naufragio de un celular traumatizado y sin wifi. El otro gato, no el que danzó con Proserpina en el horno, se ha metido en la ducha. Está usando mi champú ecológico. Cosas de gatos. Espero el momento de apostarme tras los visillos. Son las 15.56 y 10 segundos y medio. La vecina del piso de enfrente hace sus ejercicios en tanga. Algo es algo. Pajillas cerebrales de lebrel encastillado en el prepucio de Tánatos. Lo entiendo a la primera. Llama Maruja Torres. Su fealdad se nota hasta por teléfono. Esas cosas pasan. Toda mi estética se la debo a su amistad de sable zurdo y galletas gourmet de mar brisita hirsuta y cabeza glande de adolescente árabe. Son las 17.47 y 3 segundos. Mi vida es lo que veis, quitando los ensueños onanistas. Sencillamente cuento los días que pasan y me dejan un zurullo lírico en la mano. A veces escribo con el extremo geográfico intestinal. Saco las cosas de pintar. También pinto. Soy la hostia. Es impresionante que alguien me pague por estas chorradas. Son las 20.00 horas


Qué menos podíamos hacer para agradecer a Lucas Lírico su serie, lo más cómico que se ha publicado en la prensa española durante la cuarentena, que hoy, desgraciadamente, llega a su fin.

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