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Lunes, 20 de abril de 2020

Lo más inexplicable para mi de la plaga china y del virus chino es la docilidad apabullante y aplaudidora de los españoles. Es asombroso. Cómo acatan imposiciones monstruosas sin rechistar. Por ejemplo, que los españoles no puedan ver a sus familiares moribundos. Que esos familiares la madre el padre el hijo el abuelo mueran solos en los hospitales. ¿Cuántos españoles se han hecho arrestar a las puertas de esos hospitales exigiendo su derecho inviolable a acompañar a sus seres queridos en las horas finales?

Habría que aceptar naturalmente las medidas de protección que se exijan, para ver y acompañar a nuestra padre o madre o esposa o esposo moribundo. Pero. ¿Prohibir verlo? Esa imposición no sólo es inhumana es algo bajo, sucio, inmoral, antidemocrático y totalitario. Es moral obligar a los españoles a tomar medidas para no poner en peligro la vida de otros y la suya propia, pero es inmoral impedir el acceso a familiares moribundos. Hacerse arrestar es lo mínimo ante tamaño atropello. Ningún Gobierno tiene derecho a imponer por ley un estado general de indecencia.

La docilidad de los españoles es grotesca. Sólo les falta balar cada vez que Sánchez-Iglesias les propinan una patada en el culo a sus más íntimas libertades y elementales derechos y a su mismísima humanidad.

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