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Sábado, 22 de febrero de 2020

Las mujeres han participado intensamente de distintas formas en las eliminaciones de masas, incluso matando o torturando ellas mismas a las víctimas de forma esporádica, cosa que aparentemente hacían por propia voluntad, o en colaboración con los hombres. Con frecuencia las mujeres han acompañado a los hombres en sus incursiones eliminacionistas, o les han instado a hacerlo. Es imposible decir en qué número, y exactamente cuándo y cómo cruzaron la línea y pasaron de espectadoras a perpetradoras, con los datos de que disponemos. Sin embargo, el número de mujeres perpetradoras en nuestra época es con certeza enorme. Un gran número de mujeres ha participado en las colonizaciones eliminacionistas, adueñándose de las tierras y de los ahogares que pertenecían a las víctimas que sus compatriotas (y a veces ellas mismas) habían expulsado o asesinado. Un gran número de mujeres ha utilizado como esclavos a los sobrevivientes de la eliminación, o han apoyado logísticamente las agresiones eliminacionistas. No obstante, las mujeres y los hombres se han convertido en perpetradores, especialmente en verdugos, en números muy diferentes, pero sólo debido a la habitual división del trabajo por sexos.

En Ruanda, un enorme número de mujeres apoyó la matanza de sus vecinos y participó en ella. Leopold Twagirayezu, un verdugo hutu, confirmaba lo siguiente: “Las mujeres competían entre sí en ferocidad hacia las mujeres y niños tutsis que expulsaban de una casa abandonada. Pero la empresa más destacada era luchar por los tejidos y los pantalones. Tras las expediciones, ellas buscaban a los muertos y los despojaban. Si una víctima todavía jadeaba, le propinaban un golpe mortal”.

Estoy leyendo Peor que la guerra de Daniel Jonah Goldhagen y es muy útil para no dejarse embaucar por la visión idílica de la mujer que intenta imponer la chochocracia en España.

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