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Jueves, 16 de enero de 2020

Carta abierta a la señora Beatriz Gimeno, Directora del Instituto de la Mujer.

Distinguida señora Gimeno:

Le escribo tras conocer algunas de sus declaraciones relativas a la sexualidad humana. Dada mi condición de máxima autoridad sexual del Reino de España, me veo en la obligación de comentarlas. Para empezar, habla usted como si el placer anal fuese ajeno al universo sexual de los varones. Nada más incierto, me es grato informarle que la introducción de dedos, hortalizas, frutas o adminículos diseñados al efecto en el recto masculino, es una práctica habitual entre españoles que la consideran un factor de enriquecimiento de las relaciones sexuales con sus esposas, amantes, o incluso en el sexo llamado casual. Tengo experiencia de primera mano al respecto, yo mismo, contumaz varón, soy un gran aficionado a la penetración anal. Y no sólo de mi experiencia personal puedo hablarle, muchos años dedicados al estudio de la sexualidad humana me permiten afirmar que el hombre español ve el sexo anal de manera lúdica y que no atribuye al acto, ya lo ejerza como penetrado o penetrador, ningún significado ajeno al placer que genera. El sexo es amoral y apolítico señora Gimeno, debería tener esto muy presente dada las responsabilidades de su cargo.

No me referiré en esta misiva al sexo homosexual masculino porque resulta obvio y es de conocimiento general que ese sexo consiste en gran medida en introducir el órgano sexual masculino en el ano de otro varón con el fin de obtener y procurar placer. Algo, gracias a la civilización, completamente normalizado.

En lo concerniente a la penetración anal femenina, he escrito mucho al respecto y creo tener cierta autoridad. Se hablan muchas tonterías de la penetración anal femenina. Pero. Si se ejecuta como se debe, y aquí le dejo instrucciones precisas, es una de las experiencias sexuales femeninas más gratificantes. Una mujer, analmente penetrada, doy fe, puede alcanzar el orgasmo sin necesidad de contacto propio o ajeno con su clítoris. Una experiencia sublime, según los testimonios de primera mano que he podido recabar.

En cuanto a la promiscuidad, a la que también se ha referido usted, le aclaro que es propia de hombres y mujeres por igual. He asistido a fiestas donde los participantes se han dejado llevar por los dulces clamores del cuerpo y debo decirle que la cantidad de mujeres “promiscuas”, superaba ampliamente a la cantidad de hombres “promiscuos”. En todo caso, si existiera un desequilibrio de cualquier tipo entre la disposición a la promiscuidad entre hombres y mujeres, la solución no pasa por disminuir la promiscuidad de los hombres, sino en aumentar la de las mujeres mediante campañas publicitarias y otros medios adecuados al efecto, en eso el Instituto que usted dirige puede resultar muy útil. Lo que usted llama promiscuidad, es sencillamente libertad, dicha de vivir y madurez.

Por último, deseo aclarar que mi única intención al escribir esta carta es poner mis conocimientos y mi experiencia a su servicio y al servicio de la sanidad sexual de los ciudadanos españoles.

Sin más por el momento quedo a su disposición y le deseo grandes éxitos en la compleja tarea de hacer más sexualmente libres, sanas y felices a las mujeres españolas, si es que ese fuera su propósito.

Atentamente,

Juan Abreu

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