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Miércoles, 1 de enero de 2020

Hace algunos años ocho, nueve, volví a la pintura. La dejé en primer lugar porque para vengarse, que era y es mi mayor propósito artístico, la palabra es mucho más efectiva. Y así llevo años vengándome de una forma u otra no vean otra cosa en lo que escribo es pura venganza. Esto no excluye la búsqueda de la belleza nada tan bello como la venganza, ni siquiera excluye la piedad, pero no se crean toda esa mierda sobre el perdón. A la mierda el perdón. Quien sabe no perdona. Todos los que hablan de perdón sólo están adornando, para poder seguir viviendo, para no morirse de vergüenza, su cobardía y su rendición. No rompí definitivamente con la escritura, no pude. Escribía menos, y es cierto que mantuve estas emanaciones diarias pero dedicaba menos tiempo a ver las cosas con palabras. Digo esto porque he vuelto a considerar al comenzar el año regresar a ver la cosas con colores. Volver al silencio sin tiempo de pintar. Tengo una constante y cada vez más poderosa sensación de que he escrito suficiente y de que todo ha sido en conclusión bastante inútil. Lo cierto es que la gente prefiere leer estupideces si es que lee pertenezco a un mundo condenado y cualquier otro mundo que lo suceda no será el mío. Sé cómo serán esos mundos que vienen, los he imaginado y los he escrito como nadie. Pero. A la mierda todo eso, la verdadera razón de que piense volver a la pintura, dedicar mi tiempo, el que me quede que en cualquier caso no será mucho, a pintar algunas cosas que quiero pintar, es que siguen viniendo cuadros a mi cabeza y no pintarlos sería una traición. Y si hay algo que no soporto es la traición.

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© Juan Abreu, 2006-2019