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Lunes, 14 de octubre de 2019

Sigo con el libro de nuestra Barea y mi ignorancia se atenúa y sobre todo me place sobremanera ir enterándome de lo que fue verdaderamente (y es) Francia. No soy ecuánime con los franceses es verdad también, lo admito, una cultura de pelucones coloretes y perfumes para tapar la falta de higiene nunca me ha parecido digna de confianza. Las abalorios exagerados en la personalidad cultural son siempre señal de frivolidad moral y mental. Me pasa con los franceses lo mismo que con esos líderes indígenas de hispanoamérica que para reclamar sus derechos se disfrazan con plumas y se pintarrajean la cara ¿quién puede tomarse en serio a alguien así?

Díganme obsesivo pero bastó que el francés Valls llegara a la política española para que Cataluña perdiera una oportunidad única de librarse de la independentista antiespañola e ignara en grado superlativo, alcaldesa Colau. Que sigamos padeciendo el independentismo entreverado de estupidez de la alcaldesa Colau (mucho peor que el independentismo de un independentista a secas) es algo que debemos a Valls quién lo puede negar.

Y ahora los dejo que tengo que recoger la cocina antes de seguir leyendo.

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© Juan Abreu, 2006-2019