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Viernes, 30 de agosto de 2019

Yo era un niño (antes la infancia duraba más) e iba a la Biblioteca Nacional pavorosa a buscar libros de Enid Blyton. Las series de Misterio o Aventuras, sus mejores libros. Esos libros no eran libros eran puertas a otro mundo a un mundo mejor más humano donde los niños eran niños un mundo libre. Hasta el olor me salvaba en aquellos libros de la Editorial Molino, olían a abundancia y a libertad no olían a la mierda ideológica que me rodeaba por todas partes. Tengo una enorme deuda de gratitud y de belleza la belleza del mundo libre con Enid Blyton.

Muchos años después, hace unos meses, volví a los libros de Blyton. A Fatty y Larry y a Jack y su loro y a Pip y al policía Goon. Volví. Aterrorizado por si me pasaba con Blyton lo que me ha pasado con otros escritores adorados y de mucho mayor rango literario a los que he vuelto y en ellos ya no había nadie. Ya no estábamos. Pero. No Blyton. Volví a leerme las series enteras de Misterio y Aventuras y allí estaba ella y allí estaba la puerta y allí estaba yo. Debería hacerse un monumento a Enid Blyton en todos los países donde los niños leyeron a Enid Blyton.

Pero. Me entero de que la Reina de Inglaterra, esa bruja que también piensa que puede pero qué se cree esa bruja perdonar a Alan Turing, le quiere negar no sé qué supuesto honor a Blyton porque escribió un cuento de una muñequita negra o bebía mucho o follaba mucho o no le gustaban los niños o alguna otra gilipollez. Saquen sus sucias y estúpidaz manos de Enid Blyton, tarados.

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© Juan Abreu, 2006-2019