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Jueves, 29 de agosto de 2019

Gracias a Onfray, el formidable Saint-Évremond: “Para reponerse de las campañas veraniegas, Saint-Évremond frecuenta los salones parisinos (…) los salones permiten las reuniones de los espíritus refinados de la época en las casas de mujeres de mundo, de cortesanas, en compañía de abates licenciosos, nobles ociosos, poetas y otros gorrones mundanos. Por ejemplo el salón de Marion de Lorne, mujer fácil y coleccionista de amantes famosos: Des Barreaux -el poeta libertino que devoraba tortillas de jamón el Viernes Santo – Cinq-Mars, los príncipes de Condé y de Conti, Buckingham y Saint-Évremond. Ajeno a los celos, el filósofo acepta la competencia de una decena de hombres. En el amor, se presta siempre, pero sin entregarse nunca de verdad: lección de felicidad. Una vez puesto en orden el problema del cuerpo, también Saint Évremond pasa rápidamente a otras mujeres, pero conserva con sus antiguas amantes una indefectible relación de ternura amistosa”.

En el salón de Marion de Lorne yo hubiera sido feliz.

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© Juan Abreu, 2006-2019