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Miércoles, 10 de julio de 2019

La tormenta tiene su propia luz. Es tumefacta y roja y el pelo sombrío. Los árboles se doblan hasta hundirse en la nata gris del ventarrón y en un talud jaspeado. Las gotas caen en enjambres gruesos y eléctricos ceñudos y humeantes. Retumba el trueno y el perrito se refugia a mi lado. Como si yo pudiera proteger. Como si alguien pudiera. Dejo el trabajo la novela de mi vida segunda parte y bajo al jardín y en el seto el agua se ha incendiado. Cruza un pájaro. Tiene las alas negras. No hay horizonte ni lo habrá dicen las llamas. Huele a hielo seco a babosas a caracol aplastado y a lágrimas.

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© Juan Abreu, 2006-2019