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Lunes, 29 de abril de 2019

La triste y principal conclusión que nos dejan las elecciones de ayer es que la famosa y deseada voluntad de vivir juntos los distintos no existe y posiblemente nunca existió. España no es esa voluntad. Durante cuarenta años los que aspiraban a vivir juntos trataron de hacerlo posible y cedieron (con admirable pero suicida ingenuidad) en todo a los (autoproclamados) distintos y a la ilusión de que así vivían juntos y eran lo mismo; pero los distintos, mientras tanto, se dedicaron durante esos cuarenta años a conspirar para ser más y más distintos y vivir menos juntos. Así la España de los juntos ha visto reducirse hasta límites grotescos su espacio territorial y vital, mientras los distintos esperaban el momento propicio para declarar la guerra a los juntos. Ese momento ha llegado. Y la conspiración y la narración y la retórica de los distintos ha calado de tal manera en los juntos, que estos han ido adoptando las mentiras y los mitos y leyendas de los distintos y han comprado la mercancía podrida de que ellos son tan distintos (y mejores) que lo lógico es aceptar que vivan separados ya que en realidad los distintos tienen razón: no hay tal voluntad en España de vivir juntos los distintos como ciudadanos libres e iguales. Vivir juntos libres e iguales es denigrante para los distintos, es decir los racialmente superiores. Hay que aceptarlo. Y además ya tienen gobiernos distintos, escuelas distintas, tribunales distintos, historias distintas y mitologías distintas. Nada les falta y han conseguido ser distintos gracias a la buena voluntad la cobardía y la irresponsabilidad de los juntos. La hermosa voluntad de vivir juntos y libres e iguales los distintos nunca existió. España no es esa voluntad.

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© Juan Abreu, 2006-2019